Las crónicas de un continuo despertar 

14/septiembre/2019

 

Arít León Rodríguez

 

Durante las últimas décadas, hemos visto surgir en México distintos movimientos reivindicatorios por parte de numerosos sectores sociales, los cuales habían sido mantenidos al margen del desarrollo general y enajenados de beneficios conseguidos por y para la mayor parte de la sociedad. Ejemplos de ello son el debate indigenista, los movimientos feministas, la lucha por la integración racial y tantos otros, entre los cuales ha adquirido una importante visibilidad y relevancia el movimiento LGBT.

Todo esto a raíz de un desprecio generalizado a todo lo que no tenga una apariencia caucasoide y obviamente occidental, tradicional y marcadamente establecida por cánones religiosos.

Es por eso que la identidad de millones de seres humanos ha sido negada de acuerdo a su sentir y ser, debido a la misma aceptación de la sociedad que les determina y encasilla en definiciones binarias de varón-hembra.

Es algo mundial, la realidad es que en los derechos humanos todavía no existen definiciones claras y contundentes acerca de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, transgénero, travestis e intersex (LGBTTTI).

Sin embargo algo muy claro, -hasta para países como México, que está dominado en gran manera por tabús y principios religiosos- el derecho a la identidad ha sido reconocido a nivel internacional, derivado de la igualdad, no discriminación y la personalidad.

Ninguna persona puede tener un menoscabo de sus Derechos Humanos, por razón de su preferencia sexual, así como tampoco puede ser discriminada por tal motivo, pero sabemos que hasta este año, ha sucedido en todos los espacios imaginables. Transporte, servicios médicos, sanitarios, laborales y hasta en las fiscalías.

Ser una persona transexual o transgénero ha sido para muchas personas mexicanas ser indocumentados en su propio país, analfabetas para el sistema, huecos en los espacios judiciales.

Esto ha ido cambiando estos últimos dos años. Hace poco celebrábamos que en la CDMX ya se reconocía el cambio de identidad gratuito a personas trans, y en Chiapas es un logro que ha sido posible gracias a muchas colectivas y activistas que han trabajado arduamente para este logro.

Valentina Rossen ha sido la primera mujer trans en Chiapas en recibir el reconocimiento de su identidad de género ante las autoridades del estado de Chiapas; así lo dio a conocer este miércoles en conferencia de prensa la asociación civil Unidos Diferentes (UDAC).

La diferencia a lo que sucede en CDMX es que, por vía del amparo, la señorita Ross tuvo que pasar por 11 meses de preparación legal y hasta estudios psicológicos para fundamentar y defender su derecho a la identidad.

No fue sencillo, pero lograron que su derecho fuera reconocido. Y es válido.

Siempre me pregunto qué tantos temores tendrán las personas que están en contra de los reconocimientos de identidad, o de los grupos LGBT. Los factores religiosos no me convencen: no dan nada al prójimo ni se comportan como se supone que una persona que ama a cualquier dios se comporta, ni están en contra de los factores que inestabilidad a la sociedad porque no les veo atacando a los ebrios consuetudinarios en las cantinas, que a la largan destruyen mas hogares -los propios y ajenos, se los juro- con sus arrebatos y descuidos.

Los miedos y la agresión que estos generan vienen de la mano de la ignorancia supina, pero también de una bandada de deseos reprimidos que carcomen las entrañas.

Pero bueno, los primeros pasos son los trabajosos. Hoy día, existen medios para que sean reconocidos los derechos de quienes deseen vivir legalmente de acuerdo a como sienten su identidad y la Asociación Unidos Diferentes, está presta para su auxilio y respaldo.

Bien por eso.