Tubo de ensayo

28/mayo/2019

 

René Delios

 

De poco interés para la opinión pública, por la propia vorágine de la política, el intríngulis que implica, y los sucesos de éste Chiapas a veces conflictuado, hay cosas que se pasan por alto en el ámbito cultural.

 

Pero en la revisión de los archivos me encontré con un viejo comunicado en el que se dice que años ha se hicieron  reformas a la Ley de Desarrollo Urbano en torno al patrimonio cultural del municipio de Tuxtla, a veces inmaterial, otras material, milagrosamente preservados.

 

Me vino a la mente el famoso “El Magueyito”, emblemático, fotos sin nadie hay sobre esa construcción que no es una escultura pero que, permanece pese al desarrollo urbano, y que ignoro de quien fue la foto en que se ve su esplendor y al fondo –sin casas de por medio- el templo católico de “El Niño de Atocha”.

 

Recuerdo una plática sobre eso entre Ramón Rosemberg Mancilla y Enoch Cancino Casahonda –Rodrigo Núñez presente, en los pasillos de la alcaldía tuxtleca-, y la polémica entre ellos de sus colores originales, en cuanto a los tonos intensos o tenues, de El Mageyito, y que finalmente algún gobierno municipal no tan lejano, resolvió arbitrariamente pintándolos con infame textura de aceite.

 

Es algo así como lo que hicieron con la colosal cabeza Maya que está frente a un edificio público en la capital del estado, so pretexto de la cultura surrealista.

 

Dice el comunicado que ya es un patrimonio Cultural de Tuxtla Gutiérrez, y los encargados de llevar los registros históricos mencionados líneas arriba, coincidieron en señalar que de esta forma se garantiza la protección, preservación, y resguardo de sitios, monumentos, edificios simbólicos y representativos que le han dado identidad a nuestros pueblos, y que se hace resguardo con ésta ley.

 

¿Lo sabrá la gente?

 

Igual y no, pero esa preservación cuesta un varo: en alguna parte de mi familia hay y hubo anticuarios, y raspar el Magueyito es cosa sería para buscar sus colores originales.

 

No me esperaba encontrar un comunicado así, que no fue destacado en su momento ¿O sí?

 

De la fuente “El Magueyito”, el doctor Pavía Farrera dijo que representa una parte de nuestra historia viva, o sea palpable.

 

Miles pasan por semana por esa fuente a pie o en auto.

 

Afirmó alguna vez el afamado galeno que originalmente tenía el nombre de “Juy Juy” que en lengua zoque significa “Arboles de Totoposte”.

 

Quien le cambió el nombre, se perdió: igual fue el pueblo, y eso es lo valioso: “El Magueyito” en alusión a esta planta.

 

Dice que era lo que se sembraba por esa zona antes lejana del centro de Tuxtla; hoy en el primer cuadro de ella.

 

Sirvió –en su momento estelar- para surtir de agua a los barrios de Tuxtla Gutiérrez: “era común ver a las mujeres lavando ropa y los paseos familiares en el río Sabinal”, leo en textos de cronistas de Tuxtla.

 

Es fundamental esa ley: es el mejor sinónimo de identidad para pueblo que se quiera reconocer.

 

No conozco las particularidades intelectuales de los que han escrito del poco patrimonio cultural Tuxtleco documentado, no siempre fueron universitarios, igual como periodista lo he visto un par de veces, pero este escribidor de bodrios que no es tuxtleco, pero que se adoquinó en esta capital 36 años ha, le dice que no se le ha ocurrido eso a alcalde alguno de ciudades no consideradas patrimonio cultural de la humanidad o pueblos mágicos.

 

Todos los pueblos antiguos tiene algún punto, algo que preservar, de su identidad.

 

Digo.

 

Matraz

 

Con lumbre, los normalistas exigen plazas; a gritos, los tuxtlecos exigen la ley.