¡Nuestros termos de acero no van a salvarnos de los plásticos!

6/junio/2025

 

Nahum Elias Orocio Alcantara/EL UNIVERSAL

 

Desde que la imagen de una tortuga con un popote incrustado en la nariz conmovió al mundo, muchas personas comenzaron a evitar ese producto y otros similares por su impacto en los ecosistemas marinos. En su lugar, adoptamos hábitos “eco”, ahora usamos tuppers reutilizables, llevamos termos para el café, evitamos bolsas plásticas y preferimos botellas rellenables.

 

Hasta aquí, todo parece ir bien. Pero si creemos que esos gestos individuales están resolviendo la crisis global del plástico, es momento de mirar más a fondo, ¡el problema es estructural y es sistémico!

 

Esto no quiere decir que debamos abandonar las acciones cotidianas ya emprendidas. Son importantes y necesarias. Pero sin un cambio profundo del modelo que produce, consume y desecha plástico como si los límites del planeta no existieran, la moda “eco-friendly”, seguirá siendo eso, una moda.

 

La contaminación plástica ha sido reconocida por organismos nacionales e internacionales como una de las amenazas ambientales más graves de nuestra época. Forma parte de la llamada triple crisis planetaria, junto con la pérdida de biodiversidad y el cambio climático. Tres crisis interconectadas y urgentes.

 

El plástico está en todos lados: envases, tuberías, instrumentos médicos, ropa, calzado, juguetes, tecnología, etc. Está en todo lo que usamos a diario. Si pudiéramos contabilizarlo, nos enfrentaríamos a una cifra inconmensurable. La contaminación plástica se ha detectado desde los océanos más profundos hasta las montañas más altas.

 

Y nos afecta a todos, aunque no de la misma manera. Estudios recientes han señalado que los grupos más vulnerables -mujeres embarazadas, recién nacidos y personas mayores- corren mayor riesgo debido a la capacidad de los microplásticos para atravesar barreras biológicas como la placenta, lo que podría tener consecuencias intergeneracionales en la salud humana. Se han encontrado microplásticos en heces, sangre e incluso en pulmones humanos, lo que evidencia una exposición generalizada.

 

Solo el 9% del plástico producido se recicla. El resto termina en vertederos, cuerpos de agua o disperso en la naturaleza. Frente a esta realidad, el discurso dominante insiste en promover el reciclaje como solución principal. Pero hay que ser claros, la mayoría de los productos plásticos no están diseñados para ser reciclados. En México, la infraestructura para recolectar y procesar estos residuos es insuficiente, cuando no inexistente. Y a nivel global, los sistemas de reciclaje simplemente no logran seguir el ritmo frenético de la producción y el descarte.

 

Entonces, ¿hay motivos para la esperanza?

 

Sí, sí los hay. Muchos países están avanzando con leyes que restringen el uso de plásticos de un solo uso y obligan a los fabricantes a asumir la responsabilidad extendida de sus productos. Pero, dado que la contaminación plástica es un fenómeno transfronterizo, se necesita una respuesta global.

 

Este 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, es un llamado a la acción colectiva. La ciudadanía, los gobiernos y las empresas debemos responder con acciones claras a este desafío urgente. En dos meses, más de 170 países volverán a reunirse para continuar las negociaciones de un tratado internacional jurídicamente vinculante contra la contaminación plástica. Pero sin una voluntad y compromisos claros, el problema no solo persistirá, ¡se agravará!

 

¡Cambiar el plástico de un solo uso por reciclables, ya no es suficiente!

 

(Coordinador Universitario para la Sustentabilidad. Universidad Iberoamericana)