René Delios
No hay manera, no hay forma de calmar, sosegar, a una madre que ha perdido a su hija o hijo, y no me refiero a su defunción, sino a su desaparición, a la zozobra permanente que es no saber dónde está, que fue de su existencia ¿Vive o no?
El sábado pasado, día de las madres –conmemoración que da para otra historia, por falsa – miles de mujeres recorriendo éste país.
Se desplazaron otra vez por miles de kilómetros desde Nuevo León, Jalisco, Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Chiapas, Quintana Roo y desde los pueblos remotos asolados por el crimen organizado, portando la imagen de sus hijos desaparecidos; recorrieron las arterias de caminos y carreteras de este país, y se fueron encontrando en las principales vías de acceso a la ciudad de México, en dónde se concentraron para hacer un reclamo desgarrador.
No es solo una inconformidad envalentonada, sino la impotencia que se vuelve un alarido ya no reprimido, y que visibiliza una realidad que ahí está, aun lo deslice el gobierno ante la falta de investigaciones: ellas, los y las están las están buscando, y a veces encuentran sus restos, y los y las sacan de la tierra fría para abrazarlos –descarnados, putrefactos- con todo su amor para volverlos a llamar otra vez, por su nombre.
No, no hay cómo describir ese dolor, esa angustia, esa chingadera de que el gobierno no de respuestas.
Matraz
Escribir o describir los porqués de la polémica de que se trate, no sirve de mucho, y menos sí, el analista, busca una segunda intención aparte de aportar su entender, que es lo que comúnmente sucede, sean medios tradicionales o redes sociales.
¿Recuerdan esa polémica por el INAI?
Pues luego de tanta parafernalia en año pasado, hace unos días paso a formar parte de una de las áreas de la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno, y ni quien se diera cuenta, o realizara marchas desgarrándose las vestiduras a nombre de la transparencia y la seguridad de los datos personales.
La oposición usó el tema a modo en su momento, como tantos otros: el Plan B electoral de AMLO, que motivó que “miles llegados de todo el país” -pues no se midieron y señalaron que 500 mil personas abarrotaron el zócalo-, se concentraran en el zócalo de la Ciudad de México en febrero de 2023, a defender al INE pues “mi voto no se toca”, y la 4T no iba a atentar contra la democracia, y menos hacer “una elección de Estado”, y poco más de un año después, para junio del 24 la gente -esos idiotas e ignorantes que votan por Morena-, hasta le retiraron para siempre el registro al PRD, y eso que “su” INE quedó de a como quisieron: sin reformas.
Pero tenemos que sigue la cosa.
En cada lado se cuestionan: autoritaria una, corruptos los otros, se dicen.
Cada cual tiene su razón y lo expone: los hacen por México, afirman.
Pero la realidad es que no hay dos México; su realidad es una: hay profundas tanto injustas como históricas diferencias sociales, Chiapas como resonancia fuerte de ello.
Pero esa es otra historia.
La que nos ocupa es que no será gobierno alguno el que cambie a México sino es con los mexicanos y su trabajo: es el voto el que va refrendando el camino político, y lo demás –como esas polémicas-, son el puro bloff.
Ahí tienen la reaparición del presidente Zedillo ¿Para qué? Pues para hablar de que en México se carecía de democracia, se había atentado con la figura republicana, y se establecía el autoritarismo de estado, en la inteligencia de que México, durante todo el siglo pasado fue cuestionado por ejercer elecciones de estado, pues –por si no lo sabían aquellos incluso nacidos en la última década del siglo pasado-, a través del PRI, como primer militante del partido, el presidente designaba a su sucesor, pero como jefe del ejecutivo federal, nombraba también al titular del órgano electoral.
El voto era mero trámite.
Y es cierto: aún quedan muchas cosas tecnócratas en los gobiernos, que hablan de minucias como si fueran éxitos; manipulación de cifras: no se le puede llamar progreso en México cuando la losa de la pobreza, el desplazamiento social, la ausencia institucional, tiene presencia y lacera amplias regiones del país.
Miren como se estaba poniendo Chiapas de inseguro –que por fortuna no llegó a los niveles de Tabasco, Guerrero o Guanajuato- por esa ausencia e indiferencia institucional que ninguno de los sectores que se dicen comprometidos con el estado, cuestionó en su momento.
Pero esa también es otra historia.