¿Por qué en México no se hacen pruebas de VIH y de antígeno prostático?

11/abril/2025

Miedo, estigma y desinformación impiden que muchas personas en México accedan a pruebas de VIH y antígeno prostático.

Agencias

En un país donde el acceso a la salud aún está marcado por profundas desigualdades geográficas, económicas y culturales, hacerse una prueba de VIH o de antígeno prostático sigue siendo un acto excepcional para miles de personas.

Ya sea por miedo al diagnóstico, estigmatización social, desinformación o desconfianza hacia las instituciones, muchas mexicanas y mexicanos evitan someterse a chequeos que podrían salvar sus vidas.

El Informe Anual 2024 de la Fundación CTR revela no solo cifras impactantes sobre pruebas realizadas, sino también las razones que explican por qué tantos evitan este primer paso esencial en la prevención.

Durante el año 2024, la Fundación CTR llevó a cabo 13 brigadas médicas en zonas de alta vulnerabilidad en Ciudad de México y el Estado de México, incluyendo Iztapalapa, Chalco, Valle de Chalco e Ixtapaluca.

En estas jornadas se ofrecieron consultas médicas generales, pruebas de ITS como VIH, sífilis y hepatitis C, asesoría nutricional, apoyo psicológico y pruebas de antígeno prostático. Más de 700 personas recibieron atención directa, mientras que el impacto total alcanzó a 4,301 beneficiarios.

Aunque se realizaron más de 1,300 pruebas de ITS y 83 de antígeno prostático, los testimonios del personal voluntario y médico revelan un patrón común: muchas personas acuden con dudas, con vergüenza o incluso con temor de que sus vecinos se enteren.

En el caso del VIH, el estigma aún pesa. Para algunos, hacerse la prueba equivale a confesar una conducta considerada inapropiada; para otros, recibir un diagnóstico positivo se vive como una condena social.

En cuanto al antígeno prostático, el tabú es doble: se suma el miedo a los exámenes invasivos y la creencia errónea de que los hombres deben evitar hablar de salud sexual o de temas relacionados con el envejecimiento.

“Muchas personas simplemente no saben que estas pruebas son gratuitas, rápidas y confidenciales. Otros desconfían del sistema de salud o temen ser juzgados por el personal médico”, explica Abelardo Perches, director de Fundación CTR.

Por ello, las brigadas incluyen también psicólogos, trabajadores sociales y promotores comunitarios, con el fin de generar un ambiente de confianza.

En algunas comunidades, los líderes vecinales han sido fundamentales para convocar a la población y reducir el miedo.

“Hay quienes incluso llevan música, comida o agua para que el ambiente sea más relajado y las personas se acerquen con menos tensión”, comenta Abelardo Perches.

Y entre los mitos que buscan erradicar están creencias como “el VIH solo afecta a ciertos grupos” o “si me hago una prueba y salgo positivo, mi vida se acabó”.

La idea es simple: una comunidad informada es una comunidad más saludable. Y para lograrlo, el conocimiento debe estar al alcance de todos, sin tecnicismos ni barreras culturales.

El impacto que deja huella

Más allá de los números, el impacto real de estas brigadas se refleja en el cambio de actitud de las personas.

“Hemos visto casos donde alguien que se rehusaba a hacerse una prueba termina accediendo, y luego se convierte en promotor dentro de su comunidad”, afirma el director de Fundación CTR.

Este efecto multiplicador es uno de los mayores logros de la fundación: formar redes de confianza y empoderamiento que trascienden el evento puntual.

La experiencia también ha revelado una realidad preocupante: muchas personas viven con infecciones sin diagnosticar, ya sea por miedo o porque nunca habían escuchado de esas pruebas.

“En algunos adultos mayores, era la primera vez que escuchaban sobre el antígeno prostático”, confirma el equipo médico.

El reto de 2025: romper el miedo, fortalecer la prevención

Para el próximo año, la Fundación CTR planea ampliar su cobertura territorial, crear nuevas alianzas con instituciones de salud y aumentar la producción de contenido científico en redes sociales.

“Nuestro objetivo es normalizar la prevención como un acto de amor propio, no como una reacción al miedo”, concluye.

Mientras las palabras “VIH” o “cáncer de próstata” sigan provocando silencio, prejuicio o evasivas, el trabajo de organizaciones como Fundación CTR seguirá siendo vital. Porque hacerse una prueba no debería ser un acto de valor, sino un derecho cotidiano. Y porque, como bien lo dice su lema, prevenir también es dignidad.