Editorial

11/abril/2025

 

En éste país por décadas fuimos forjados laboralmente y formados ideológicamente, a través de una idea clientelar como trabajar treinta años y jubilarse, e irse a un sillón a ver llegar la vejez y la inutilidad, como se la inculcaron a la clase obrera o burócrata, todo esto derivado de ideas populistas que no variamos pasada la séptima década del siglo pasado, y que llegó a la explotación por parte de los patrones en éste país, al cierre del segundo milenio, contradiciendo ya para 2014, con las reformas de Peña Nieto, todos los postulados originales de las revueltas obreras de Río Blanco, en Veracruz y las Cananea, en Sonora, y obviamente los revolucionarios de 1910.

 

El neoliberalismo los borró, los hizo un insumo, no un derecho.

 

Durante un siglo los dirigentes obreros  y sindicales han merecido todo tipo de mercedes y privilegios, y junto a ellos, los “luchadores” sociales del y por el campo, que se incluyeron gustosos al clientelismo, reconociendo políticas gubernamentales y avalando triunfos fraudulentos, mientras el corporativismo se encargaba de negociar –para enriquecerse- con los empresarios nacionales y trasnacionales, en un control tal que el país aún el decremento de la calidad de vida, la depreciación del salario, la migración de campesinos -de Chiapas, de Oaxaca y ni se diga de Guerrero y de Michoacán-, no inmutaron a nadie en el gobierno y por el contrario, siguieron dejando en el olvido a esas regiones de la nación, y cuyas secuelas tremendas perduran hasta el día de hoy, finales de 2024, en que llegamos al primer cuarto del siglo XXI, y aun no hay cómo asegurar un trabajo digno en el campo mexicano, y es por eso que nuestros campesinos fueron emigrando a las ciudades y luego a los Estados Unidos, y ahí están los números, las estadísticas, los porcentajes.

 

Fue a mediados de los setenta cuando, la inconformidad campesina empezó nuevamente a exigir –como en la Revolución nunca cumplida- justicia social y no la escucharon; volvió a pasar en 1994, y tampoco: la situación en el agro es igual, empeorada ahora con la crisis hídrica, poco presupuesto, falta de tecnificación y riego, aunado a lo peor: los jóvenes no quieren trabajar la tierra.

 

Para estos momentos la cuestión agropecuaria ya está contaminada, llena de irregularidades en los procedimientos desde los trabajos técnicos: hasta en las importaciones hay corrupción, no por lo que entra al país, sino por quien concentra toda la compra de granos, y al condicionar la venta, encarece el producto.

 

Así está, y eso lo están corrigiendo, de ahí que acusen que no hay apoyos para el campo y todo lo demás que hacen quienes, se niegan a los cambios sanos.