Tubo de ensayo

24/marzo/2025

 

René Delios

 

Acá adentro, manipulando contenidos, pueden insistir en temas como “defender al poder judicial”, pero allá afuera del país, la democracia mexicana no goza de cabal salud, pues en esas latitudes -y más en las naciones verdaderamente democráticas-, está claro que la corrupción no se erradica por decreto, y que en México se manipulan las elecciones.

 

Y en esto se aplica el tráfico de influencias desde las candidaturas en los partidos, e implica a altos funcionarios como empresarios -siempre están presentes éstos honorables compas- de consorcios incluso internacionales, como en el caso de mineras canadienses y sus abusos en Centroamérica, incluso México -léase: https://www.dplf.org/…/files/informe_canada_completo.pdf-, en dónde han llegado a generar sin ningún rubor, abusos, explotación y daño ambiental, y ante los reclamos de activistas y organizaciones laborales, defienden sus posturas y “derechos concesionados” en los tribunales, que igual se ponen de su lado -como pasó en México con el caso española Iberdrola- aun sea claro el daño, y ahora me vienen con eso de que se atenta contra el poder judicial.

 

Es corrupto.

 

Pero en el mundo de la democracia, de la justicia, de la empresa mexicana, aparentan una honorabilidad hipócrita, cuando late en el ambiente el caso de Salinas Pliego y su multimillonaria evasión fiscal, la que no quiere pagar y mientas, ese dinero produce, el poder judicial lo protege.

 

Así, esa corrupción en ellos, aquí también la tenemos -desde los que autorizaron esas concesiones; desde los que aprobaron tantas leyes leoninas, desde que le das mordida al agente de tránsito y no pagas la multa- , pese a que digan que no, y la usan manipulando verdades, como los que dicen que defienden al poder judicial y también -pero por supuesto-, los que lo quieren cambiar para bien de la democracia, según, cuando sabemos por experiencia mundial que la izquierda -de siempre- ha sido autoritaria y cupular.

 

Es decir, que Morena no tiene ningún rubor en ser hegemónica, lo que no es bueno para la pluralidad y menos para democracia.

 

Por eso la mayoría absoluta en las cámaras federales es dañina, porque determina sin escuchar las otras voces, en una nación en la que sigue, presente, el presidencialismo, y desde luego ese criterio de uno se impone por sobre el los otros, las minorías que, en un ambiente plural se deben de escuchar igual que los más.

 

¿Se democratizará el poder judicial?

 

En los hechos sí, pues lo legitima el voto, en el procedimiento es difícil: se insiste en que la corrupción no se erradica por decreto por lo que nada garantiza –ni ese voto- que los juzgadores de pronto, sean honestos cuando, ese argot, no lo es; no pasa en el legislativo que es subordinado a una en nuestro caso, menos en el ejecutivo que es el que raparte el dinero para mantener lealtades.

 

¿O cómo se logra eso?

 

“El sistema político mexicano” así se fundó, con traiciones, desde la convención de Aguascalientes, en la que los generales revolucionarios se repartieron el país, desvirtuaron la revolución misma, y sacrificaron la lealtad a los caídos, a la nación; ahora sí que ellos se repartieron antes la tierra, y escribieron la historia de a cómo quisieron, con la ayuda de intelectuales orgánicos –que es otra historia de silencios-, y se vienen a sorprender esos que ignoran su propia historia y hasta su propia etnia, ¿Que no haya cambios con el cambio?

 

No me sorprende que existan cofradías en Morena como otrora en el PRI, aunque sí la paciencia de la presidenta ante las contra fuerzas de Ricardo Monreal y Adán Augusto que, al menos, han tenido la prudencia de no entrometerse en los proyectos y programas de la mandataria, y es ahí dónde surge la pregunta ¿Cómo le hacen para mantener lealtades?

 

Porque sin dinero no hay fiesta, baile, seguidores.

 

¿De dónde sale?

 

De los gobiernos estatales.

 

Igual y sí.

 

Es cierto: ahora Morena tiene una presencia bastante importante, elevado por una elección presidencial del 60 por ciento de la votación –no del listado nominal-, cuando no se esperaba para 2024 el número de votación registrado en 2018.

 

Ha sido la contundencia lo que le ha dado una nueva credibilidad a la elección mexicana, y pues ahora en la política local se habla de la democracia cuando aún se práctica de la imposición, y de ahí el recurso ese de Morena de convocar a sus consultas –que son internas, manipulables-, que como conocimos en algunos casos en Chiapas -y el resto del país- desde la selección de delegados nacionales se vio que era posible cambiar esos resultados.

 

Así aparecieron “candidatos” como Pepe Cruz, Sasil de León, y enliste gente que sin arraigo ni en sus barrios, son legisladores federales o estatales.

 

¿Entonces?

 

Entonces ni curarse en salud: aceptar lo que se es y qué hay, e ir corrigiendo -como en el caso del gobierno- en lo que podamos, nuestra falta de transparencia personal, a modo de moral, aun lo utópico, en parodia a aquel Gonzalo N. Santos -del que pocos se acuerdan-, quien es uno de los símbolos de la corrupción en el auge del presidencialismo mexicano: “la moral es un árbol que da moras”, para cuando le hablaban de ética, o la más terrible: la de tres “ierros” que él aplicaba -o todo junto- a sus enemigos, y que hoy son muy del estilo de los narcos: “¿Qué quieres: encierro, destierro o entierro?”.

 

Así que lo gris que vemos a nombre de la democracia son reminiscencias del cómo ha sido la oscura política mexicana, por eso sus secuelas en Monreal y Adán Augusto, que como aquellos generales revolucionarios, se reparten el país por estados.