René Delios
Hay muchas razones por lo cual el viejo sistema político mexicano que añoran tantos, ya no podrá ser: lo que hay –incluyendo las instituciones de que gozamos- fue usado como instrumentos por una estructura política que no solo contaminó el ejercicio público, sino también su sistema electoral, y negarlo no tiene caso, como tampoco insistir en eso de que, todo eso se erradicó al cien, porque no es cierto.
El presidente predominaba por sobre todos los niveles de gobierno, pero también, por sobre todos los poderes, y se le disciplinaban tanto el legislativo como el judicial, o sea, no había la tan peleada división de poderes, más que en el papel, y eso –los que nacimos desde los sesentas del siglo pasado- lo sabemos porque lo vivimos.
Eran o fueron las épocas del poderoso PRI-gobierno, al que llamaban el invencible.
Pero ese presidencialismo requirió de delegar funciones para controlar a los sectores y fue cuando se crearon el paternalismo, el clientelismo y el corporativismo, por dónde se distribuyó los dominios de la corrupción a través de confederaciones campesinas, sindicatos de obreros, cámaras empresariales, y obvio de justificar la carencia de democracia ante un mundo que desde medio siglo antes a 1988, ya consideraba a México entre los países más corruptos y anti democráticos del mundo, hasta que llegó la frase precisa, exacta, definitiva, de Vargas Llosa: “la dictadura perfecta”, refiriéndose a las siglas del PRI como el instrumento para el predominio de una élite política tumefacta, representada por el presidente, por lo que su mayor poder no era precisamente gobernar –pues eso lo hace cualquier mandatario en todo país-, sino elegir a su sucesor a través de un camuflaje democrático que permitía mantener la vigencia de sus clanes.
No se escribía, pero se sabía: la autocensura era obligada en los medios aun los gritos de la oposición –hoy en el poder- que, desde luego, no eran escuchados.
Todo cambió a partir de 1988 en que se cayó el sistema, y empezaron las denuncias que obligaron a que, “el aparato”, desincorporara de su dominio todo el proceso electoral y se vio en la necesidad de ciudadanizar el voto, con la creación del IFE en 1990. Pero en la búsqueda de transparentar el proceso electoral se dejó seguir galopando a la corrupción, ahora a través de los partidos políticos.
No se puede negar que poco a poco se fue transparentando el proceso electoral hasta que se dio la transición en la presidencial con la llegada de Fox al ejecutivo en 2000, pero no se avanzó del todo en torno a la democracia y el combate a la corrupción política, aparte de que igual sucedió con el erario.
O sea que fue más de lo mismo con el panismo, y ahí está como muestra, Enciclopedia.
Esto es que todos los partidos políticos en México ya mostraron su caducidad pues de poco les sirvió el cambio generacional que, llegó, con las mismas mañas.
Los partidos nuevos se han vuelto recolectores de despojos –como sucede ahora en Morena- cuando no de resentidos que no han logrado en sus partidos originales grandes avances, y desecharon convicciones e ideologías en aras del individualismo.
Todo eso se llama crisis partidista, y que ahora se manifiesta en el Morena, como antes lo fue en el PRI y luego en el PAN y posteriormente en el PRD, pero en ninguno se había dado un desaire al presidente, presidenta en nuestro caso que lanzó tantas versiones sin precisiones ¿Se acabó el institucionalismo a ultranza?
Habría que verse, porque AMLO sí lo ejerció, mentir sería decir que no.
Hacerlo sin decirlo, fue su estilo, en que también hizo como que no vio el cómo en Morena se traficó influencias, se manipuló encuestas y en Chiapas tenemos varios ejemplos.
Por esos detalles, dicen, sigue más de lo mismo y en esa se cuelgan para manipular contenidos “estábamos mejor cuando estábamos peor”.
No, dicen los que votan “por los otros, aun sean los mismos”, como se gritan en la oposición, cuando es claro que si bien es el sistema es parecido, no es el mismo método de atención social para el desarrollo humanos, que llega a los beneficiarios sin intermediarios, en lo que me parece es hasta ahora, fue el inicio del cambio, que se tiene que extender paulatinamente a todos los programas y proyectos del gobierno, pues por lo que estamos conociendo en eso de la licitación de medicamentos en dónde se detectó “un mal movimiento”, la corrupción no se elimina por decreto, dije.