¿Por qué nos encanta el chisme? Experta de la UNAM revela la razón

25/marzo/2025

Agencias

¿Por qué nos encanta el chisme? Una experta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reveló que esta conducta, lejos de ser un mero pasatiempo, tiene raíces profundas en nuestra evolución social.

¿Por qué el chisme es irresistible?

De acuerdo con Herminia Pasantes, investigadora emérita del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, el interés por hablar de otros, y escuchar lo que se dice, tiene una explicación científica y responde a mecanismos profundos del cerebro.

Este comportamiento, muchas veces visto como negativo o superficial, forma parte de un sistema de comunicación que permitió a los primeros grupos humanos organizarse mejor y formar sociedades más complejas.

Según Herminia Pasantes, el chisme ha sido una herramienta fundamental para la cohesión social. La investigadora retoma las ideas del historiador Yuval Noah Harari, quien en su libro Sapiens: de animales a dioses señala que compartir información sobre otros fue clave para el desarrollo de sociedades grandes.

En comunidades de más de 150 personas, conocer quién es confiable, quién rompió una regla o quién ayudó en una situación crítica, es esencial para mantener el orden y la cooperación.

A través del chisme, las personas pudieron identificar aliados, evitar conflictos y reforzar normas sociales. En ese contexto, el acto de hablar sobre otros dejó de ser trivial y se convirtió en una herramienta de supervivencia.

¿Cómo reacciona el cerebro ante un chisme?

Cuando una persona escucha un chisme, su cerebro activa varias zonas relacionadas con el lenguaje y las emociones.

Si la información es oral, se procesa en la corteza auditiva del lóbulo temporal; si es leída, se analiza en la corteza visual del lóbulo occipital.

Posteriormente, el contenido pasa por el área de Broca, responsable de la producción del lenguaje, y el área de Wernicke, encargada de su comprensión.

Pero lo más relevante es la activación del circuito de recompensa, un sistema neuronal que procesa el placer. Este circuito involucra al núcleo accumbens y al área tegmental ventral, zonas que también se estimulan con la comida, el amor o incluso los videojuegos. Si el chisme resulta entretenido o interesante, estas áreas liberan dopamina, generando sensaciones de gusto y satisfacción.

Por otro lado, si el contenido genera enojo, miedo o ansiedad, entra en acción la amígdala cerebral, encargada de procesar emociones negativas.

 

Así, dependiendo del contenido y de la persona que lo recibe, el chisme puede tener efectos placenteros o provocar malestar.

¿Cuándo el chisme se convierte en riesgo?

La Real Academia Española define el chisme como una noticia, verdadera o falsa, que busca indisponer a unas personas con otras o murmurar sobre alguien.

Para Herminia Pasantes, lo relevante no es solo la veracidad del contenido, sino la forma en que se utiliza y el impacto que puede generar.

Un chisme puede fortalecer vínculos sociales o causar daño serio. Si se trata de rumores sobre infidelidades, problemas personales o acusaciones sin fundamentos, puede afectar relaciones familiares, dañar la reputación de una persona o incluso provocar consecuencias legales.

La experta de la UNAM recomienda ser conscientes del contenido que se comparte, evaluar las consecuencias y evitar decisiones impulsivas basadas únicamente en rumores.

Aunque el chisme es una conducta natural y tiene bases evolutivas, también implica una responsabilidad personal y social.