Arit León Rodríguez
Encausándonos un aspecto real de lo que necesitamos como ciudadanía, ¿Es realmente malo que a las empresas se les exija cumplir con los requerimientos necesarios para funcionar?
Legalmente no, puesto que nosotros requerimos seguridad a la hora de la que asistimos a múltiples lugares, tanto para diversión como para hacer compras diversas o consumir productos.
Es simplemente necesario que analicemos esta situación cada vez que acudamos a un lugar de esparcimiento por ejemplo, y sepamos que estamos llegando a un lugar que tanto nos está vendiendo productos de calidad cómo productos alimenticios seguros.
Sé que muchas personas les ha molestado el hecho de que estén clausurando algunos negocios en los que se brindaban algunos servicios que son por decir así, placenteros, especialmente los fines de semana, en los cuales buscamos sacar un poco del estrés cotidiano que vivimos en nuestras oficinas, medios de trabajo o domicilios, pero también tenemos que estar conscientes de que es una forma de evitar que factores de inseguridad se sigan reproduciendo y nosotros formamos parte también de esa alquimia necesaria para que esto sea favorable.
Obviamente también se entiende que los empresarios necesitan recursos para poder iniciar sus negocios y no estaría mal que las autoridades brindaran ciertas facilidades para que se accediera de forma responsable a ellos, es decir cumplir con los requerimientos que se piden.
De esta forma también habría una relación más armónica entre las autoridades y quienes deseen iniciar cierto tipo de empresas, pero pues es obvio que cuando encontramos grandes negocios que reciben y manejan a grandes cantidades de personas, los factores de seguridad son obligatorios y en muchos sentidos inamovibles.
Y lo pongo en pequeño, por ejemplo cuando vamos a una feria, pareciera que se la llevan por la libre, aparatos que están sostenidos en maderos y tienen elementos de movimiento en los cuales se suben niñas, niños y hasta adultos, aparatos que cuando fallan o se derrumban generan lesiones graves y hasta muerte, obviamente tienen que tener controles y regulaciones de seguridad y elementos en los cuales se les brinde también servicios médicos a quienes salga lesionados por esos accidentes dentro de sus espacios.
Pero en muchos lugares del país esto no ha pasado, con consecuencias obviamente fatales.
Ahí es cuando saltamos como fieras y nos aventamos sobre las autoridades que permitieron estas irregularidades.
¿Entonces de qué se trata el asunto?
¿Quejarnos y exigir siempre y cuando no se nos molesten nuestros nichos de confort?
Por ejemplo, ahora se acaba de lanzar una campaña de remoción de vehículos abandonados en la calle.
Y se viene una gran oleada de autos que van a ser levantados por las autoridades por la ciudad y van a ver quejas obviamente.
Porque hay vehículos que llevan años estacionados en múltiples calles, qué son nido de fauna nociva e inclusive de personas que pernoctan dentro, o que simplemente los utilizan para cometer algún tipo de ilícito o actividad riesgosa a quienes transiten por esa calle.
-Lo cual no nos importa hasta que nos afecta-
Nosotros también formamos parte de ese caos y hemos normalizado el estar en medio de este desorden mientras no nos afecte directamente.
Vivimos en una duplicidad conveniente.
Culpabilizamos a las autoridades de corrupción, descuido y desinterés, pero nosotros somos partícipes y además en muchos casos quiénes generamos los factores de desequilibrio o desorden que terminan afectándonos, y a múltiples personas que nos rodean.
Cuando llegan las sanciones y las multas, pegamos el grito en el cielo.
Pues sí lamentablemente, las multas no son económicas, justamente para que pensemos diez veces volver a cometer el mismo error.
Las decisión es nuestra.
¿Qué tipo de ciudad queremos vivir?.