Los especialistas sobre estos temas tienen claro que si a Estados Unidos o a Canadá les interesara detener la migración, ya lo hubieran hecho a través de proyectos de desarrollo que generarían verdaderas fortunas y mucha ocupación en las naciones emisoras, sin menoscabo de violar soberanías y el medio ambiente, como sucede normalmente en el historial neoliberal actual, sea en el Congo o Níger, en África, Ecuador o El Salvador en América.
Se justifica entonces el por qué desde otros lares del mundo no entienden cómo, en los países de América Latina, exista aún la pobreza y una mala calidad de vida en cientos de millones de sus habitantes, pese a la riqueza de sus países. En el caso de México hay abundancia de litoral, abundancia en hidrocarburos, abundancia de tierra cultivable y agua, y aun así hay pobreza, porque con todo eso no hay autosuficiencia alimenticia.
El sentido y razón de ser de toda nación son sus nacionales, no los intereses creados, que finalmente han superado a las soberanías, como sucedió con la energía eléctrica en México durante tres décadas, por citar un ejemplo.
Por eso se insiste que el o los gobiernos y los partidos de dónde emanan, están contaminados de corrupción: no pugnan en serio por eliminar la pobreza sino por beneficiarse de esa condición, y ello ha generado no solo resentimiento sino necesidad social, y eso se manifiesta en la migración.
Desde 2018 México asentó que con 20 mil millones de dólares –sin detalles técnicos-, se empezaría a resolver la migración.
Nunca se dio esa negociación, pues es más rentable políticamente la migración que su control, y ahora nuevamente es tema porque se acerca el 2 de abril, día en que se aplicarán los aranceles derivados de las presiones de EU, por que según fentanilo y migración que ingresan a ese país, supuestamente México los debe controlar.