Hay registros de que el flujo migratorio “se cruza” en el norte del país, entre los deportados y los que llegan a las ciudades norteñas de México.
En tanto, los especialistas de esos organismos de siempre que opinan y opinan sin resolver nada, como la Organización Internacional del Trabajo, expone que “a causa de la deportación de personas desde Estados Unidos, se generará “presiones a los mercados laborales” de América Latina y el Caribe, algo que se sabe por mero sentido común pues miles, demandarán trabajo una vez en su país de origen.
¿Pero qué con México?
Porque para nada tendríamos la capacidad de generar 200 mil empleos para ellos y aparte para la demanda interna, lo que significa atender una demanda adicional de empleos, y más que la verdad, en el caso chiapaneco, por ejemplo, difícil generar de la nada diez mil empleos sin una planta productiva activada y de transformación instalada.
Es temprano para medir el impacto, que comprenderá anexo la posible disminución en el envío de remesas.
Estados Unidos realiza en bloqueo en su frontera como si fuera zona de guerra, y en ese sentido ninguna de esas organizaciones que se desgarran las vestiduras por lo que pasa en Ucrania y esperan logros de la negociación Trump-Putin, no voltean a ver las violaciones que se están cometiendo en América del Norte, entre los límites de dos naciones que no tienen una frontera común, sino una herida.
Ni dudar que los deportados son los mejores trabajadores en campo, construcción y servicios, y que como acá resistiremos la demanda de empleos, allá será notorio el efecto laboral por la ausencia de estos buenos obreros y empleados, que la xenofobia hace menos, cuando son los que hacen más.