Las crónicas de un continuo despertar

8/enero/2025

 

Arit León Rodríguez

 

Siempre me he preguntado si la burocracia genera que quienes forman parte de ella a lo largo de mucho tiempo se despersonalicen y por ende, traten a las personas con las que se relacionan especialmente cuando es trato al público de una forma despectiva y hasta inhumana.

No solamente nos encontramos con ese tipo de situación cuando nos vamos a realizar algún trámite alguna oficina en donde realicen procesos administrativos, sino que lamentablemente nos hallamos con este tipo de seres en los sectores de salud y peor aún, nos encontramos con personas de esta calidad humana en el ámbito educativo, y lamentablemente tratan con nuestras hijas e hijos.

Malamente en asuntos de este tipo, nos atravesamos con una situación sindicalista y burocrática de personas que no tienen para nada un perfil el cual académica, laboral o humanamente les genere algún tipo de sensibilidad en el trato con jóvenes que llegan a preguntar algún tipo de situación respecto a la función que realizan.

Hace unos días me topé con una de estas personas en un chat que justamente atiende temas ligados a las becas otorgadas a los jóvenes por parte del programa bienestar.

No soy partidaria de mencionar nombres a modo de atacar a una persona en específico y en este caso tampoco lo haré, puesto que espero esto sirva para que todos los encargados de estas áreas corroboren y atiendan el asunto de manera generalizada, sí, es lamentable que en áreas en las cuales jóvenes de bachillerato busquen asesoría acerca de las dudas que tienen respecto al acceso a esas becas y la encargada de dicha área hacia una persona déspota, prepotente y además grosera.

Va un llamado a todas las preparatorias, bachilleratos y escuelas en general de la ciudad para que realmente hagan un trabajo que atienda la disposición y capacidad de atención de quienes están en trato con adolescentes, jóvenes y niñas y niños, ya que quienes no tengan el nivel no merecen ni deben estar en esos espacios, puesto que se podría llamar hasta violencia institucional el maltrato que estas personas nefastas e incapaces realizan en contra de quienes llegan con todo el derecho que tienen a preguntar sus dudas a esas áreas en las cuales malamente están encargadas.

Creo que ninguna y ninguno de nosotros está dispuesto a tolerar este tipo de trato a nuestras hijas o hijos, en especial cuándo los y las jóvenes se presentan con toda la educación del mundo a sufragar sus dudas.

Sin evitar soslayar obviamente que cada uno de ellos están respaldados por nosotros que somos sus tutores, padres y madres que, aún cuando estamos conscientes de que nuestras hijas e hijos pueden tener algún error en su comportamiento o falla a la hora de expresarse existen modos y métodos para sancionarles si ellos se extralimitan en la forma en la que se dirigen a las personas que están a cargo en distintas áreas de atención.

Pero bueno, ya saben el dicho, un poco de poder al inteligente lo atonta, y al idiota, lo enloquece.

Fíjese que me hizo recordar también una época en la cual yo era estudiante y en mi salón habían muchas compañeras que, puesto que estábamos en una escuela privada, tenían que sufragar de muchos modos sus gastos.

Para muchas el terminar una licenciatura fue un completo sacrificio que implicó 4 años y medio, y algunas de ellas, dignamente vendían lo que podían para poder pagar lo que implicaba realmente sobrevivir a la universidad.

En alguna ocasión una de mis compañeras hizo una pregunta respecto a poder imprimir cierta información, un código administrativo que estaba justamente en la página de la suprema corte de la nación para poder atender lo que respectaba la clase en la cual estábamos tratando.

La catedrática trató fatalmente a esa alumna, mencionando que si estaba en una universidad y no tenía dinero para pagar un código mejor se retirara de la institución.

Poniendo por encima todas las carencias y las necesidades de esta chica, la humilló en forma totalitaria y exportación frente a un grupo de 40 personas.

Obviamente en ese momento muchas y muchos de nosotros no supimos entender la magnitud de la violencia que esa joven vivió.

A los pocos meses ella dejó de estudiar. Y esa maestra continúa dando clases sin importar el daño que dejó en esa joven a la cual hirió y lastimó sin ningún tipo de sanción ni castigo.

Como sociedad estamos muy perdidos, pensamos que formar las mentes de las personas jóvenes es orillarlas al límite sin importar el contexto de vida que puedan llevar es más ni siquiera nos importa lo que puedan estar viviendo.

Y eso abarca cualquier edad puede ser una niña de primaria que llegó sin desayunar a clases, maltratada y con la ropa sucia o una joven que tiene que lavar baños y desvelarse para poder pagar la colegiatura.

Pueden ser alumnas que tengan calificaciones excelentes por el deseo de superación o personas que duras penas aprueban las materias por el cansancio, en ambos casos pocas veces les importa, porque la voluntad de atender y la capacidad y vocación educativa se pierde cuando hay dinero de por medio.

Porque también nos encontramos que las instituciones públicas y las privadas solo importan para obtener tanto beneficios económicos o votos dependiendo el sindicato o la voluntad de los líderes que están al mando en ese momento.

No hay atención psicológica ni para los catedráticos que deberían ser más que supervisados por el peligro que implica estar al contacto con jóvenes especialmente cuando son infancias, y tampoco hay atención a las y los jóvenes que están recibiendo clases.

Estamos perdidos en este momento respecto a las necesidades que vivimos como sociedad, puesto que estamos sobreviviendo a una situación económica precaria, a un desorden social, a la marginalidad a la que nos han orillado y lanza a las juventudes a vivir el riesgo de involucrarse en actividades ilícitas para poder solventar y resolver las precariedades de su vida, y no consideramos las escuelas como un lugar en el cual se pueda salvaguardar la mente de todas esas promesas para el país, sucede porque no les importa porque son pocos y pocas quienes realmente están integrados y deseosos de generar un semillero tanto intelectual como proactivo para la sociedad real del país, la que vive al día, la que camina al sol, la que tiene sueldos de menos de ocho mil pesos, ya la te lo impida en su crecimiento intelectual saturando la de basura en la televisión para que no aprenda a pensar.