Tubo de ensayo

26/diciembre/2024

René Delios

En éste país por décadas fuimos forjados laboralmente y formados ideológicamente, a través de una idea clientelar como trabajar treinta años y jubilarse, e irse a un sillón a ver llegar la vejez y la inutilidad, como se la inculcaron a la clase obrera o burócrata, todo esto derivado de ideas populistas que no variamos pasada la séptima década del siglo pasado, y que llegó a la explotación por parte de los patrones en éste país, al cierre del segundo milenio, contradiciendo ya para 2014 con las reformas de Peña Nieto, todos los postulados originales de las revueltas obreras de Río Blanco, en Veracruz y las Cananea, en Sonora, y obviamente los revolucionarios de 1910.

 

El neoliberalismo los borró, los hizo un insumo, no un derecho y una labor.

 

Durante un siglo los dirigentes obreros  y sindicales han merecido todo tipo de mercedes y privilegios, y junto a ellos, los “luchadores” sociales del y por el campo, que se incluyeron gustosos al clientelismo, reconociendo políticas gubernamentales y avalando triunfos fraudulentos, mientras el corporativismo se encargaba de negociar –para enriquecerse- con los empresarios nacionales y trasnacionales, en un control tal que el país aún el decremento de la calidad de vida, la depreciación del salario, la migración de campesinos -de Chiapas, de Oaxaca y ni se diga de Guerrero y de Michoacán-, no inmutaron a nadie en el gobierno y por el contrario siguieron dejando en el olvido a esas regiones de la nación, y cuyas secuelas tremendas perduran hasta el día de hoy, finales de 2024, en que llegamos en unos días al primer cuarto del siglo XXI.

 

Y ahí están los números, las estadísticas, los porcentuales.

 

Fue a mediados de los setenta cuando, la inconformidad campesina empezó nuevamente a exigir –como en la Revolución nunca cumplida- justicia social y fue desde Chiapas: la demanda por la tierra.

Para esos momentos la cuestión agraria ya estaba contaminada, llena de irregularidades en los procedimientos desde los trabajos técnicos que la mayoría de las veces benefició a los caciques que por años, asesinaron a dirigentes por todo el país, y Chiapas no fue la excepción: las guardias blancas de las que ya nadie habla, ultimaron a no pocos dirigentes que por muy pocos son recordados –y ni en lo que queda de esas organizaciones que fundaron, les rinden honores-, como es el caso entre varios de Sebastián Pérez Núñez, Maestro bilingüe y dirigente campesino que era el primer Diputado del Partido Socialista Unificado de México en el Congreso local, asesinado el 29 de diciembre de 1988 en el municipio de Bochil.

 

Sí, hace más de tres décadas.

 

Ya no vio Pérez Núñez -y qué bueno- como a sus sucesores les fueron llegando al precio y lo mismo fue sucediendo con otros dirigentes de la “lucha por la tierra”, que se acostumbraron a las malas mañas, a riesgo de la vida de sus representados, a los que mandaban a predios “susceptibles” cuando no lo eran, y muchos –bastantes- murieron o desaparecieron durante los desalojos que, posteriormente éstos dirigentes negociaban con el gobierno a cambio de mercedes y privilegios.

Cientos de dirigentes campesinos se enriquecieron escandalosamente en la era priista por éste país, contrastando con la miseria permanente de sus seguidores, que mendingaban los apoyo institucional  a que siempre tuvieron derecho, a través de ellos cuando nunca fueron necesarios, hasta ahora en que la “corrupta 4T”, aplicó algo que se venía pidiendo desde años ha: que cada campesino reciba su varo directamente, sin intermediarios, sin dirigentes, sin organizaciones de por medio, para que éstos dejaran de sangrar los apoyos a los campesinos.

Porque no solo se trataba de agricultura, sino también desarrollo social, infraestructura, ganadería.

Todo eso se acabó.

O sea que ahora si ese dirigente tiene su carisma, ya quedará entre sus representados si lo apoyan “para sus gastos”.

Pero otra cosa es que lleguen unos compas armados y por disputa entre grupos, colapsen a la comuna y se traten de adueñas de un municipio y sus recursos como si este fuera tierra feudal.

La sola idea hace ver el cuanto la impunidad ha desproporcionado el respeto a la ley en algunas personas que, desde luego incluye al crimen organizado, que no respeta los derechos humanos ni la vida de nadie, a la hora de jalar el gatillo sobre quien sea, y cuando se la aplican, hay organizaciones humanitarias que “velan” por ellos pese a ellos, como se la quisieron imponer a Bukele en El Salvador, con el caso de los Maras encarcelados como perros, luego de que tenían asolado en el pavor al pueblo, y quien sencillamente los bateó, invitándolos a que se los llevaran a sus respectivos países, pero en el que gobernaba, tenían cárcel, dura celda, por asesinos, ladrones, violadores, delincuentes.

Y es que en México se debe de tener el mismo temple que con la corrupción: no más líderes corruptos como representantes de la gente; dureza contra el crimen organizado: éste no se mide, y contrariamente ha aprovechado a un pueblo de paz como Chiapas, seriamente olvidado por sus gobiernos para imponer criterios de impunidad y meterlo en la zozobra para explotar el miedo.

Ni negar que hay optimismo en la gente, y creció luego del control sobre El Machete primero y los llamados “Herrera” después, en Pantelhó, acciones que certifican que se va con todo.

Y es que se trata de correspondencia a la confianza que otorga un pueblo con su voto, y más cuando es correspondido en su primera petición: vivir en paz.