René Delios
Desde Luego que hay que “sanear” al poder judicial, pero no solo el federal, también el de fuero común.
Y no solo porque lo diga la presidenta, sino porque esa es la percepción de la gente en cualquier entidad de la república, que se testifica con la liberación de narcos, de feminicidas, de defraudadores, de despojos, de agresores, en fin, y súmele porque no se le puede restar al largo historial de corrupción indistinto tribunal de la república, ya sea del fuero común -se insiste- o federal, pues la contaminación está igual.
Y es que como en las corporaciones policiacas, los que traen patrulla pasan cuota, igual en esos tribunales, sobre todo los federales en los que se mueve muchísimo dinero, a grado tal que desafiaron a un presidente como AMLO y se la hicieron dolorosa a Claudia Sheinbaum, y ahora quieren minimizar el hecho de que, alrededor de 22 mil son los que buscan los cargos de elección para juzgadores 2025 -en respuesta a la convocatoria de la 4T-, para ministros, magistrados y jueces federales.
Y van con la misma táctica que en el pasado sexenio que, para nada les dio resultado vía ataques dolosos y con inquina, a la presidenta, la 4T y Morena.
Porqué no reconocer que hay una turbia forma de administración de la justicia, que inicia con el fiscal de la procuración de justicia, que desde hace tiempo es parte de la problemática social de México pues, ni negar que toda labor administrativa que competa a los tres poderes y niveles de gobierno, inciden directamente -bien o mal- en el pueblo, y cuando ese efecto es negativo, pasa a ser parte de su problemática social, y de eso hay desde reseñas, pasando por ensayos y hasta documentales completos y obvio, libros.
Más claro: la administración de la justicia es clave en el combate a la corrupción pero, si ésta está contaminada ¿Pues cómo?
Temas hay bastantes, se repite: desde caso de narcos liberados, hasta masacres que implicaron a autoridades y los liberaron rápido, como el caso Acteal, e igual el de Ayotzinapa, y ya en la vida política pasamos a escándalos como el de Elba Esther Gordillo como dirigente sindical o Andrés Granier como ex gobernador de una entidad, o a arrestos por corrupción como el de Rosario Robles –los tres ya fueron exonerados y están en sus respectivas casas- hasta llegar a la referencia de casos demorados por años como el de Emilio Lozoya Austin -extraditado de España por corrupción-, o el también ex gobernador de Veracruz Javier Duarte de Ochoa.
¿Si ya están las pruebas “contundentes”, porqué demoran las resoluciones los jueces?
Y así, casos como el de Ayotzinapa, comunidad en el municipio de Tixtla –dónde nació Vicente Guerrero-, escenario de una de las desapariciones forzadas de mayor resonancia en América Latina, en la que ha habido de todo, desde la explotación política de ese hecho infame en contra de estudiantes, hasta la contaminación del caso en su momento, por parte de la Fiscalía General de la República, hasta fallos sorprendentes como el de un juez que liberó de ciertos cargos al exalcalde de Iguala, involucrado en el asesinato de los 43 normalistas, y otros 96 implicados en la misma causa, siendo el último apenas el 21 de septiembre de 2023, en que un juez absolvió a 24 individuos más.
¿Cómo creer entonces en la aplicación expedita de la justicia?
Antes la gente gritaba sola en la loma que no les hacían justicia, que el fallo fue injusto, y es que la red de corrupción tiene muchos tentáculos, llega tanto a los juzgadores como a las comisiones de derechos humanos, medios de comunicación, y más si se trata de un “pesado” o “temible” o “influyente”, pero con varo.
No solo es la amenaza como dicen muchos como justificación; es corrupción en efectivo, y eso que se dice que las Comisiones Estatales de Derechos Humanos son un poco más autónomas, pero antes, si se implicaba al gobierno, solo se hacía la minuta de la denuncia y ya, no pasaba a más, y pues también esas CEDH se ganaron la desconfianza popular., por no emitir recomendaciones energéticas, reclamando justicia para los afectados, más cuidando no ofender la mandatario estatal.
Pero esa es otra historia.