René Delios
Fue AMLO quien refirió en su cuarto informe de gobierno, que “Sigamos haciendo historia. Continuemos impulsando la revolución de las conciencias. Hagamos realidad y gloria el Humanismo Mexicano”, expresó el hoy expresidente, ante miles de personas que lo acompañaron en la Marcha del Pueblo coma la llamó hace dos años, con lo que definió el Modelo de Gobierno de la Cuarta Transformación en el zócalo de la Ciudad de México.
Pero ¿Qué es el humanismo mexicano?
Es política de gobierno dictada por doctrinas, o desempeño de gobierno responsable de parte de funcionarios probos.
Porque el humanismo como tal, no es nuevo: data de siglos; una referencia posible es la máxima de Publio Terencio (“Hombre soy, nada humano me es ajeno”), que ahí se queda: en una referencia porque en la realidad una cosa es humanizar a la política, que puede quedar en la letra, y otra humanizar a los políticos, luego de sexenios de prácticas corruptas y arbitrarias, en la idea grande de que es imposible que la corrupción se erradique por decreto.
Entonces ¿Cómo humanizar la política?
Ya sabemos que la política es un espacio o ejercicio impersonal, lo lamentable y visible es que sus equívocos sí afecta a las personas. De ahí que, la concientización es fundamental no en la sociedad en sí, sino en las y los funcionarios públicos en los puestos de decisión y ejecución de programas, proyectos, planes y entrega de beneficios, además de los representantes populares, que sean en verdad representantes populares y no solo de partido, y sobre esto ya se ha escrito bastante desde hace años, y no solo en México.
Para empezar los ciudadanos estábamos cansados de –e indiferentes a- las promesas vacías: de la demagogia. Tan es así que en solo seis años no solo hicieron oposición, sino que prácticamente borraron la presencia política de los otrora partidos dominantes, que eran el PRI, el PAN y el PRD desde el inicio del siglo.
Ese ciudadano decepcionado, aún vive un proceso político y entiende que ya no son las siglas, sino la persona detrás del político; esa idea se buscó solucionar con las consultas a las bases o a la ciudadanía que quisiera participar en éstas, para elegir a los candidatos, y aun así, se presentaron irregularidades desde el partido convocante, pese a que la gente dio el ejemplo desde 2018: quiere votar por aquél o aquella que entiende sus necesidades diarias y se preocupe en realidad por sus preocupaciones, y esa imagen, idea, figura fue López Obrador y su proyecto de partido.
Porque Morena es creación de AMLO, ni negarlo, y la llamada Cuarta Transformación lo interpretó en el programa Bienestar, con sentido humano: primero los pobres.
¿Negarlo? ¿Cómo? Ahí están los resultados electorales, apabullantes.
Se trata entonces de ponderar la dignidad humana, y quien puede hacer eso en masa es el gobierno, y dentro de éste sus funcionarios y los representantes populares y los que, se encargan de administrar los derechos ciudadanos en los tres niveles de gobierno.
Pero las cosas se desvían, y el ejercicio de la administración y el poder político en sí, cae en una lucha de poder, que –lo vivimos por sexenios- solo se acuerda de sus gobernados cada que hay elecciones.
Así que el reto de humanizar la política no es un asunto de dichos, sino de acciones, que tienen que ser tangibles para la base social, esto es, se transforma –dicen los especialistas- en
un “hacer humano”, en una acción común, no meramente política que, como sabemos, es meramente impersonal.
Entonces el gobierno ya no es un ente, es parte de esa sociedad como conocedora de sus necesidades y por lo tanto, sabedora de sus prioridades.
Si las acciones de un gobierno no benefician a sus gobernados, ese gobierno no sirve ¿O cómo se explica que se haya acumulado tanta diferencia social en México?
Eso no fue casual en una nación tan basta y tan rica, con recursos renovables y no renovables abundantes, con litorales a ambos lados de su territorio, diversidad de climas, ríos, tierras fértiles.
No hay de otra que, la política fue selectiva.
Cambiar eso no ha sido fácil. Llevó casi dos décadas del presente siglo; se cambió a los dominantes, a esas estructuras políticas anquilosadas en el poder, y las nuevas deben corresponder a esa confianza, con ética, honestidad, compromiso social como personas, y con transparencia y rendición de cuentas como gobierno.
En la presente administración hay continuidad del proyecto de gobierno como Cuarta Transformación, y se busca consolidad eso: el bienestar para todos, sin diferenciar; cada cual en su haber como empresarios, profesionistas, empleados, campesinos, en la ocupación de que se trate, desempeñándose y beneficiándose de su trabajo, sin afectar a terceros.
En Chiapas la próxima administración propone un gobierno del pueblo para el pueblo, escuchando, mediando, resolviendo, no solo administrando dificultades, sino definiendo acuerdos, avances, coberturas.
No va a ser fácil, es un enorme reto para con una entidad tan mañoseada, relegada, saqueada hasta por sus propios gobernantes.
Eso es lo que deben de seguir aplicando los que van a ser parte de la nueva administración, e interpretar lo que su jefe, el hoy gobernador electo y próximo mandatario constitucional, busca realizar en lo que él mismo ha definido como la “nueva ERA”.