René Delios
Este año fue de cierre pero también de inicio, de gobierno federal, e igual en los cinco gobiernos estatales que ganó Morena en 2018, y cuyos triunfadores fueron —en algunos casos en coalición— , Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México, Cuauhtémoc Blanco en Morelos, Rutilio Escandón en Chiapas, Adán López en Tabasco y Cuitláhuac García en Veracruz, y también fueron las primeras entidades que le arrebató la 4T a su oposición, en un inicio sin problemas y que ahora es gobierno en 23 estados con uno más de aliado el PVEM –que no fue parte de la coalición “Juntos haremos historia” en 2018, sino hasta 2021, en las federales intermedias-, por lo que es gobierno en más de las dos terceras partes de la República.
De esas fechas, son seis años ya en el poder que no dan para solucionar muchos problemas de índole social y económico existentes en la nación desde hace un siglo, aunque bueno fuera elevar el nivel de vida en los mexicanos a la calidad de los socios comerciales dentro del T-MEC, porque se supone -quiero creer- que ese es el objetivo de todo gobierno que es buen administrador: su pueblo.
Desde luego que cada gobernante tiene claro no solo su plan de gobierno, sino el cómo lograr sus objetivos, muy aparte de críticas al fragor político como se ven ahora en redes sociales; la evaluación de una administración no la da la autoridad sino la realidad y percepción social, como lo hacen los ciudadanos de Chiapas con relación a los gobiernos pasados de Salazar, Sabines, Velasco y en breve de Rutilio: la opinión pública es implacable, pero vale la informada, no la deformada con suposiciones e inquina política, y ahí sí que lo dejo al escrutinio ciudadano, pues Chiapas ya no está para chambistas: es todo un desafío: intríngulis de todo, que dejaron acumular cuando no complicaron intereses regionales, cotos de poder, caciquismo, que generó rezagos, pobreza, conflictos.
Obvio la pobreza, la que no solo explotaron los políticos a lo largo del siglo, sino que también el crimen organizado que como sabemos, encuentra tierra fértil en las sierras de México, en dónde la miseria es lo común.
Lo que se logre hacer en el sexenio que concluye, seguramente merecerá la evaluación pública, muy aparte de las cifras oficiales y lo que sea bueno, y como siempre merecerá poca apreciación de la oposición a Morena, y lo que esté mal, es lo que obtendrá volumen y despliegue en las redes sociales por los antípodas a la 4T, como sucede ahora con relación al sexenio de AMLO y al inicio del actual gobierno de Sheinbaum, en que se destaca que vamos camino a una dictadura con una autoritaria al frente, que aplasta la independencia de poderes con la reforma judicial patentada por el tabasqueño.
Pero con relación a la entidad hay silencio: el triunfo de Morena en Chiapas fue perfecto; los avances que se hacen en el legislativo estatal, también.
Están esperando la nueva era cuando lo que esperan es entrar al protectorado aun hayan sido oposición todo el sexenio pasado.
¿Y luego? ¿Se puede confiar en gente así?
Igual y sí.
Chiapas ha sido uno de los escenarios en dónde el “chapulineo” político se hizo practica a lo largo del siglo y que en ese lapso todo esos grupos no han aportado calidad a la política, y lo que se ha visto es mucho espécimen camaleónico, que mimetizan color de acuerdo a las siglas gubernamentales, que en éste caso repite con Morena en el poder desde 2018, y lo estará hasta el 2030 con Eduardo Ramírez Aguilar.
Los colaboradores del nuevo gobierno seguramente coinciden en que -saben la historia de pobreza que inmerecidamente ha vivido Chiapas-, hay que continuar con los de abajo, equilibrar la media estatal en el desarrollo humano, por justicia social y dignidad de pueblo antiguo, pues es vergonzante que en un Chiapas tan rico y tan diverso, con tantas oportunidades a desarrollar, mucha de su gente siga en la miseria.