Editorial

20/noviembre/2024

No es la primera vez que las gráficas de legisladores dormitando, platicando o distraídos en su teléfono en plena sesión en las legislaturas, es común por todos los estados y desde luego en las cámaras federales.

 

Es como una burla de las personas que hacen memes y demás disparates con esas imágenes que en un alto porcentaje y sobre todo por el ángulo de las fotos, son tomadas por sus propios compañeros hasta de bancada y son filtradas “con maldad” a las redes sociales.

 

Estas imágenes se vuelven virales, no porque se trate de un determinado diputado, sino por el desprestigio en sí que se acuñan ellos mismos, otrora porque institucionales y ahora por son disciplinados, o de plano se les acusa de aplicar cuotas a los presidentes municipales para gestionar las necesidades y requerimientos del municipio.

 

De esos recursos y otros privilegios en las cámaras federales derivan los famosos “moches” que demostraron la corrupción en que caen en los legislativos federales.

 

En torno a ser diputado por Chiapas o cualquier otra entidad, los legisladores federales una vez en su curul, son de su partido, no de su distrito o entidad; reciben instrucciones centrales que deben acatar y si se salen del lineamiento, “caen en desgracia” para sus siguientes aspiraciones.

 

El institucionalismo a ultranza que le llaman.

 

En las entidades del país, un evento de distracción o sueño en sesión por parte de un diputado, se vuelve morbo, burla y hasta insultos.

 

No por eso el o la legisladora va a dejar la curul; ciertamente en sesión deberían abocarse a lo que se supone es por el interés del Estado o su entidad o su distrito, según el caso, pero sabemos que no es así: hoy con los gobiernos plurales los intereses estructurales de los partidos se adhieren al del gobernante estatal, y a eso responden los legisladores locales en ese cruce de intereses.

 

Veamos a los que nos representan en esas cámaras federales sin discutirlo mucho.

 

¿Cuántos realmente nos representan?