Desde luego que se comparte eso de que en México se practica el doble lenguaje en la política, y para eso no hay excepciones y sí bastantes decepciones, incluyendo manipuleo del culto religioso, y en todo permeando los intereses, a veces hasta entre cruzados, entre la política y la seguridad, el ejercicio de gobierno y la inconformidad social, de la que se cuelgan hasta los que no deben, con tal de ganar imagen.
Ha pasado con el rescate de restos de la mina “El Pinabete” en Coahuila, caso en el que aparecen “luchadores laborales” o en el caso Ayotzinapa, del que se ha querido colgar figuras de todo tipo, pero que los familiares en ambos casos, nunca revolvieron y eso no solo les da integridad, sino también, derecho.
México ha padecido de todo en poco más dos décadas, desde que se dio la alternancia y llegó el PAN, que no resultó lo que esperaban e incluso, la violencia se disparó y desde esa oposición muy apoyada por los medios tradicionales de difusión, no lo quieren reconocer.
Los medios se ocupan de otras cosas en vez de insistir en resolver las secuelas de la corrupción; la evidencia es muy notoria: pobreza, desfalcos, abuso de poder, y eso lo hace desde el agente de tránsito y hasta un gobernante: la corrupción no se erradica por decreto.
Es como la violencia existente: no va a desaparecer en el próximo sexenio.
El crimen organizado tiene una cobertura enorme, nacional, y su presencia trasciende fronteras, en Europa, Asia, y ni se diga EU y Canadá.
Así que desarticular esa organización no es cosa fácil.