René Delios
Y es que, al parecer, la oligarquía no entiende que, para la mayoría de la base social que sabe leer, queda claro cuando, la inquina, acompaña a las versiones afónicas de programas y líderes de opinión, y aún el testimonio electoral de que es nación que ya no se puede manipular, insisten en tratar de hacerlo y sí bien se les reconoce el carácter, no la finalidad.
Va ejemplo: recién asesinaron al purpurado Marcelo Pérez en San Cristóbal de Las Casas y, con todo, medios y redes exhibieron según al gobierno de Rutilio Escandón, cuando en realidad exhibieron a Chiapas pues, denotaron o amarraron como dicen, que Tapachula también había superado en la percepción de sus habitantes, a la violencia de Guanajuato, que es de lo más violento del país, cuando la Perla del Soconusco es comunidad no acostumbrada a los sucesos recientes, por lo que, desde luego, esa percepción se dispara ante homicidios dolosos o entre carteles, o el que un descerebrado asesinara a una menor, cuyos restos fueron ubicados antier en Tuxtla Gutiérrez, y “a cuadro” o “al aire”, el conductor del programa diga que todo Chiapas es un caos, cuando eso no es cierto.
No lo es ni Guanajuato, entidad en la que se registran de siete a nueve ejecutados por semana, y son pocos los que se lo sindican a la panista Libia Dennise García Muñoz Ledo -quien acaba de entrar de gobernadora de esa entidad-, a quien se refirió sin hacerlo la presidenta Claudia Sheinbaum, al indicar que hay mucho más violencia en ese estado al centro del país, que en nuestro estado, lo que mereció más reacción de la ultraderecha, que consideró “protección” de la mandataria no a la entidad al sureste del país, sino al mandatario que ya se va, pero que igual –se dice- será llamado a ocupar cargo importante en el gabinete ampliado de la primera presidenta de México.
El caso es que Chiapas es un caos, y hay los que le hacen segunda con el propósito de perjudicar –según- la imagen de determinado político, sea el gobernador o la presidenta, a la que ayer y seguramente también hoy, le abrieron fuego por el tema de la reforma judicial, porque -también según- atenta contra la Carta Magna cuando, ese poder judicial, atenta contra la ley misma -y con sueldo superior al del presidente, sobre sueldos, viáticos, apoyo médico, apoyo doméstico, apoyo académico- y que dicen hacer valer, y tenemos que testimonios de “sabadazos” entre otros tantos tecnicismos bárbaros, se conocen a lo largo de dos sexenios -para qué más- en que han liberado a todo tipo de criminales, “de acuerdo a derecho” y a su peculiar interpretación de la ley, que han generado que, “en la percepción” de los de a pie, no haya juzgador que sea honesto.
Eso se lo ganaron a pulso, como la fama de levanta dedos de los diputados de “todos color” y también marrón, que demuestran el que, aún se mantiene una de las máximas de la política mexicana y que es el “institucionalismo a ultranza” al poder ejecutivo, ahora presidenta.
Recién sucedió el caso de Zoé Robledo, al que exhibieron, denostaron, y hasta insultaron, y como otrora supusieron que dejaría el cargo y no, su vida privada es una, la laboral es otra. No se hilan como se hacía durante el presidencialismo priista y la moralina panista, propuestas políticas que ya demostraron su cobre y falso brillo, y desde luego mexicanas y mexicanos sacaron del poder ejecutivo federal en 2028, y lo reiteraron de manera contundente en 2024, en que también quedaron fuera de las entidades al gobernar solo seis –cuatro el PAN; dos el PRI-, por lo que Morena le arrebató 22 entidades en solo seis años, y aun esa paliza insisten en seguir con un sistema de crítica doloso, que no convenció a la gente en un sexenio, y ahí están las cifras.
Desde luego que Chiapas es inseguro, pero no un caos, o que elegir a los jueces no garantiza, que sean honestos, pero no por hacerlo -porque así va a suceder a partir de 2025- le quiebran la columna al marco jurídico nacional y se puede caer México.
No se cayó con la oligarquía que le drenó arterías y betas durante un siglo, hasta que lo recuperaron los mexicanos y mexicanas -sin balas, pero votos-, convencidos de que los estertores de algunos sectores azules, son porque no aceptan que fueron -dos veces- contundentemente vencidos.