Tlatelolco, teñido de rojo; parteaguas en la historia de México

4/octubre/2024

 

Agencias

 

En sus páginas y en su acervo fotográfico, El Periódico de la Vida Nacional llevó registro del origen del movimiento estudiantil, las asambleas y la jornada en la que el Ejército cargó contra los manifestantes en la Plaza de las Tres Culturas. Fotos: Archivo Histórico Excélsior.

El 22 de julio de 1968 se desencadenó un altercado entre estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la preparatoria Isaac Ochoterena, durante un juego de futbol americano callejero disputado en la plaza de la Ciudadela en la Ciudad de México.

 

En el transcurso de los siguientes días continuó la confrontación, misma que propició la intervención de un grupo de granaderos, quienes ingresaron violentamente al edificio de la vocacional 5. El hecho desató una lucha campal que se extendió por varias calles aledañas.

 

El jefe de la policía del entonces Distrito Federal, Luis Cueto Ramírez, minimizó la situación y la policía continuó cometiendo actos de represión contra las manifestaciones organizadas por los grupos estudiantiles.

 

Mientras tanto, cientos de alumnos tomaron varios planteles, dando paso al surgimiento de las primeras asambleas estudiantiles. Por su parte, las autoridades aseguraron que el asunto buscaba desestabilizar el panorama político y social para ensombrecer la inauguración de los Juegos Olímpicos de México 1968, próximos a inaugurarse.

 

 

El 30 de julio se dictó la suspensión de clases en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Politécnico, como parte de un paro conjunto. En respuesta a las medidas tomadas por el movimiento universitario, la puerta de la preparatoria 1 en el Centro Histórico fue echada abajo con el disparo de una bazuca por parte de elementos del Ejército.

 

A principios de agosto se dio la creación del Consejo Nacional de Huelga (CNH), conformado por los grupos en paro, así como profesores y otros miembros que respaldaban el movimiento. El apoyo más importante vino del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra.

 

Las movilizaciones buscaban garantías de libertad y justicia, mismas que fueron plasmadas en un pliego petitorio que pretendía llegar a acuerdos sobre la destitución de los jefes policiales represores, extinción del cuerpo de granaderos, además de la indemnización para los familiares de los estudiantes heridos y fallecidos desde el inicio de la lucha.

 

¿ORDEN O REPRESIÓN?

En el marco de su cuarto informe de gobierno, el presidente Gustavo Díaz Ordaz calificó el movimiento estudiantil como una estrategia para generar división. Así, expresó su descontento el mandatario poblano sobre las diferencias producidas entre el gobierno y las organizaciones estudiantiles.

 

En septiembre las marchas comenzaron a ser constantes, los inconformes eran frecuentemente calificados como provocadores o alborotadores. El 13 del mismo mes, La marcha del silencio congregó a miles de integrantes de la comunidad estudiantil que tomaron las calles sin pronunciar una sola palabra, con la intención de legitimar su lucha pacífica.

 

Estudiantes en la Plaza de la Tres Culturas.

Posteriormente, un asalto militar sorprendió a Ciudad Universitaria, con el que mediante el uso de la fuerza se hizo una detención masiva de estudiantes. El rector Barros Sierra reprobó las acciones del Ejército en contra de la comunidad universitaria.

 

A pesar de la opresión, el mismo Díaz Ordaz intentó calmar la pugna. Parecía que el conflicto podía llegar a su fin. Por ello, se convocó un mitin en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco; la cita era el día 2 de octubre para recalcar las demandas de la asamblea.

 

COBERTURA DE ALTOS VUELOS

El día de la concentración, a la señal de una bengala, se desencadenó un tiroteo que dejó un número hasta el día de hoy desconocido de fallecidos, heridos y personas desaparecidas. La búsqueda de libertad se vio manchada por una lluvia de proyectiles. Tlatelolco fue testigo de una matanza de estudiantes sin precedente alguno.

 

Al día siguiente, Excélsior consignó en su primera plana el acontecimiento, “Recio combate al dispersar el Ejército un mitin de huelguistas”, puede leerse en el encabezado de la primera plana. La edición dio cuenta de un enfrentamiento a tiros entre manifestantes, el Ejército y la policía, sin atreverse a precisar un número de heridos, hospitalizados o fallecidos.

 

Una luz de bengala, lanzada desde la torre del templo de Santiago, originó todo. No se sabe cómo. Quizá era una señal, tal vez, causó una confusión”, se aprecia en la publicación, acompañado de cruentas fotografías de soldados amotinados en medio de llamas y ráfagas.

 

El mismo día, en la página 7 de la sección “A”, apareció uno de los trabajos más emblemáticos del caricaturista, Abel Quezada, llamado “¿Por qué?”, que consistió en un rectángulo vertical cubierto de color negro en su totalidad, en señal de luto e indignación.

 

Además, se brindó un seguimiento noticioso oportuno. A través de sus ediciones extras y diferentes suplementos, El Periódico de la Vida Nacional realizó un despliegue informativo sin precedentes.

 

Representantes de Prensa de la Presidencia de la República ofrecieron una declaración pública a diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Al finalizar la rueda de prensa, se pidió comprensión a los periodistas extranjeros “por las molestias que los disturbios ocasionaron a algunos de ellos”.

 

Las siguientes ediciones detallaron la preocupación del Comité Olímpico Internacional sobre la realización de las Olimpiadas en tierras mexicanas, a causa de la situación social que atravesaba el país, derivado de la falta de un reporte claro respecto de lo ocurrido.

 

“Sangre, dolor y llanto”, resaltó Magazine de Policía, uno de los hebdomadarios más importantes del momento. Las imágenes de los detenidos sobresalieron entre un intento de cálculo de las cifras de los daños ocasionados por el ataque.

 

En sus siguientes números, la revista policiaca por excelencia elaboró una reconstrucción de los hechos en la que dejó entrever que la balacera pudo haber durado unas dos horas. Los aspectos de las escenas seguían recrudeciendo los acontecimientos del 2 de octubre.

 

Fiel a su estilo, las ediciones de Últimas Noticias, mostraron información relevante no vista en ningún otro espacio. “Panorama de muerte y destrucción”, “Solo un cataclismo suspendería los juegos”, así como una lista de heridos, fue parte del rigor periodístico con que la Extra mantuvo informado a su público.

 

Por su parte, el suplemento estrella Jueves de Excélsior, le entró al tema de la jornada violenta en su sección editorial con fuertes mensajes para la solución del conflicto estudiantil.

 

SIN FRENO

 

Por lo anterior, los números de Jueves de Excélsior se enfocaron en la cobertura de la justa Olímpica en cuanto a su organización y detalles sobre el comienzo de las competencias. Aunque no dejó de lado la matanza como un asunto de relevancia noticiosa, sirvió para despejar a los lectores de la marea roja informativa.

 

El 9 de octubre, el CNH responsabilizó al gobierno federal de los actos violentos cometidos siete días antes en Tlatelolco, y accedieron a una pausa de hostilidades conocida como la ‘Tregua Olímpica’, periodo durante el cual no se llevó a cabo acción alguna para no entorpecer el desarrollo del evento deportivo internacional.

 

En medio de un sabor amargo, Díaz Ordaz dio por inaugurados los Juegos Olímpicos, el 12 de octubre de 1968 en el Estadio Olímpico Universitario. El evento se celebró tal como se tenía planeado. Nada lo impidió.

 

Luego de la liberación de numerosos estudiantes que habían sido detenidos, otros más se mantuvieron recluidos en la cárcel de Lecumberri. El 4 diciembre de 1968, se puso fin al paro estudiantil y se disolvió formalmente el CNH.