Arit León Rodríguez
Hace unos días estábamos platicando con personas generacionales acerca de lo que era estudiar en los años 90s en la ciudad.
Para muchos posiblemente la plática no tenga gran trascendencia si lo vemos desde un punto de vista superficial, pero sí hay cierto eco respecto a lo que conocimos como la ciudad de Tuxtla Gutiérrez a lo que vemos hoy, y en la violencia en la que hemos estado inmersos.
Las generaciones más recientes difícilmente se imaginarían un parque central anegado de tanques militares estacionados en plena avenida central, cúmulo de sacos de arena resguardando las oficinas de palacio de gobierno, o una plaza de San Cristóbal sitiada y con zapatistas armados.
A muchos les parece surreal, pero no se extrañan ya al escuchar que hay balaceras en alguna zona de la ciudad.
Hace tal vez unos 30 años gozamos de otro tipo de libertad a la hora de andar por la calle, la ciudad tenía una violencia diferente, sin embargo veíamos a más niños corriendo por la calle, y las familias no se estresaban tanto cuando las niñas y niños salían en cuadrillas solos a pedir calabacita el día de todos santos.
Era de lo más normal ver montones de niños sin adultos que los cuidaran hasta las nueva de la noche por las colonias populares de la ciudad, y hoy es bastante distinto.
Puede ser que la ciencia y la tecnología ha desarrollado artículos y elementos de los cuales hacemos uso que nos han abierto los ojos ante realidades que antes teníamos muy debajo del tapete, índices de violencia hacia menores, el abrir los ojos ante los abusos que se dan justamente por la el descuido de madres y padres que dejan que sus hijos anden a solas por las calles, y cómo se han incrementado los delitos contra mujeres, niñas y niños.
Pero bueno, recordábamos un Tuxtla añejo pero no tanto, con muchos más árboles, más fresco, más verde, donde justamente inclusive los parques tenían sombra bajo los árboles que estaban ahí.
Y aunque sigue sucediendo, creo que habíamos muchos más alumnos yendo y regresando solos de la escuela a casa que el día de hoy.
Definitivamente hay cosas que han cambiado, y debo reconocer que uno de los aciertos que sigo mencionando como bastante benéficos para la administración de la ciudad, es lo que hicieron con los contenedores de basura por las colonias.
Justamente en esa plática comentamos la mala costumbre que existía antes de amontonar la basura en una esquina y hacer cerros que podían llegar a medir más de un metro si se retrasaba el paso de la recolección.
Peor si eso sucedía en una colonia popular, si se amontonaba la basura luego hasta gallinazos veía uno paseándose entre las bolsas.
Era lo normal, lo que veíamos ordinariamente por ser miembros de una colonia proletaria, las cuales por un buen rato estuvieron abandonadas, especialmente en los años 80s y 90s, dónde no habían calles pavimentadas o mantenimiento a las redes pluviales, y olvídese de un parque que tuviera juegos o aparatos deportivos cómo los de hoy.
Pareciera que vivimos en una época adusta, pero no fue así del todo, aún cuando no habían que están buenos y bonitos como los que hoy existen en muchas colonias de la ciudad, teníamos la libertad de correr, sin ataduras de teléfono, redes y cuánta cosa impide que hoy las infancias puedan jugar en las calles como antes sucedía por generaciones.
Claro que pedir que esa situación social vuelva es difícil, tendría que ser un cúmulo de factores que van más allá solamente de que las autoridades estatales y municipales se hicieran cargo del total de la seguridad de cada colonia y calle de la ciudad, puesto que al parecer también nosotros hemos cambiado y normalizamos muchas situaciones que son perjudiciales, y en lugar de solamente llegar con nuestras autoridades de seguridad y el gobierno, tenemos que ser conscientes que nuestra propia incompetencia faculta a que nuestras calles sean cada vez un lugar menos seguro para nuestras familias, porque salimos a beber y manejamos, por qué nos estacionamos en doble fila, porque usamos calles en sentido contrario y a alta velocidad, por qué normalizamos que hayan personas embriagándose en la calle y hasta nos ofendemos si alguna autoridad llega y los sanciona, pero somos los primeros en exigir beneficios ahora que ya existen becas para adultos mayores, madres solteras y estudiantes.
Creo que como ciudadanos hemos crecido y visto los cambios tanto para bien como en perjuicio de nuestra ciudad y en la mayoría de los casos, no aportamos ni retribuimos nada que sea benéfico para establecer un orden y una ciudad cada día más segura y armónica y ante eso no hay autoridad que pueda resolver los problemas que deriven de nuestra ineptitud, en fin.