La cosa es que deben de continuar las políticas de sustentación social y de austeridad, porque la realidad, no está para “milagros” financieros, pues ni negar que los conflictos externos influyen en economías internas, aun sea en lugares distantes como los conflictos armados que generan una espiral que al ensancharse, provocan una especie de inflación mundial, incremento de aranceles, y con ello la incertidumbre económica y presión en las finanzas mundiales, que impactan en las plataformas de producción, digamos en el petróleo en el caso mexicano, pues aunque favorece el incremento de la mezcla de exportación, encarece la transformación del hidrocarburo -gasolinas, por ejemplo- que México compra aun al extranjero, al menos hasta que funcione al cien la petroquímica de Dos Bocas.
En México se tiene claro que no se iba a solucionar los pendientes acumulados de un siglo en seis años ¿Se logrará en el presente sexenio?
Y todos aquellos que se dicen los mejores -y me refiero desde los que acusan a la mafia del poder de todos los males sociales de México, hasta los que se proponen en las aldeas estatales como los idóneos para el cambio-, omiten referir que muchos fueron parte del saqueo, y ahora ya en Morena, se instalan como impolutos.
Ni la federación y ni el gobierno estatal, tienen el dinero para solucionar la demanda social que es enorme, entidad por entidad.
Por eso la austeridad debe mantenerse, pues el presupuesto no puede derrocharse: no se trata solo de tener dinero, sino de priorizarlo, esto es, de destinarlo en dónde va a obtenerse una mayor cobertura de beneficio, no solo para que la gente mejore su nivel de vida, sino también para que ésta produzca –mejor si es lejos del paternalismo- bienes de capital en los municipios, que sin transformación son bastante parasitarios de los erarios federales y estatales, y con la corrupción implícita que aún lacera, pues no va a ser un tránsito fácil.