El punto sigue siendo el cómo le van a hacer entidades que no producen valor agregado para garantizar “su” desarrollo como es el caso de Chiapas, ante la política de austeridad federal, que dicen desde la oposición, va a impactar en el gasto social –el que en realidad no va a cambiar en la política de “primero los pobres”-, luego de las nuevas estimaciones del Banco de México, que sustentan la referencia de “vamos bien” de la presidenta Sheinbaum, y que seguramente se reflejará en el presupuesto de egresos de la federación 2025, a presentarse el próximo mes de noviembre.
Se insiste: el crecimiento económico de una nación, sino se refleja en su población, nada más no funciona, y en este país en treinta años de neoliberalismo económico, de confiar en la economía del mercado, de estimar que el crecimiento del PIB descendería a las masas, nada más no funcionó.
La otra es que no ha sido en ninguna parte la solución subsidiar a la pobreza, sino se dan las condiciones que propicien el desarrollo desde la sociedad misma.
Si la sociedad misma no crece, se estanca, y se llama rezago social, que es lo que padecemos, especialmente en Chiapas: hasta ahora los que han mostrado crecimiento económico son los empresarios, pues el gobierno desde salinas se desincorporó de sus empresas; los empresarios son en realidad los que generan el empleo, y se dice que también los que generan la riqueza, la que desde luego hay que equilibrar, distribuirla mejor, de acuerdo, pero no vía paternalismo: eso es económicamente obsoleto, por manipulador, pues tiene dos consecuencias oscuras: la explotación política de la pobreza, y el fomento del culto a la imagen del supuesto benefactor del pueblo, sea partido o personaje.
Muchas fueron las opiniones al respecto una vez dada a conocer la información de la austeridad republicana, en tanto las fuentes de hacienda sellaron ventanas con las asociaciones, cámaras de los hombres de negocios, e hicieron bien, pues solo quieren que les condonen impuestos.
Eso también, difícilmente, se volverá a repetir.