René Delios
La gran mayoría de las críticas a los gobernantes en las redes sociales y medios masivos de la oligarquía, son más ocurrencia que objetividad en éstos momentos en que, los derrotados, no pueden ya hacer nada.
Hacen sonreír, pero de eso a que tengan un impacto que mueva criterios y opiniones que influyan en la opinión pública, y generen cambios en la actitud del gobernante y su gobierno, hay mucha distancia.
Pero hay extremos, como el llamado discurso de odio -con sus variantes- discriminatorio y peligroso que, se observa mucho en esas redes sociales.
Leí que en ese sentido, vivimos en un mundo desigual “donde no basta reconocer los derechos de las minorías en la Constitución y las leyes, ni siquiera, en ocasiones es suficiente una sentencia judicial, sino que es necesario un cambio de fondo en la sociedad.
Y es cuando nos regresamos: insultar en vez de razonar, descalificar en vez de proponer, son vía para comprender qué sucede en un municipio, entidad o país.
¿Es imponer mi verdad por sobre lo que y quien sea?
¿Es eso ser democrático?
Porque es cierto: Hay grupos que se sienten con la autoridad moral de despreciar, de violentar y de odiar a otros y a otras y a otros simplemente porque son diferentes, y esto es algo que no nos podemos seguir permitiendo, y menos los que adoptaron una fe, una religión que profesa amor al prójimo.
Lo tenemos en los que cuestionan los llamados “Protocolo para juzgar con perspectiva de orientación sexual, identidad y expresión de género y características sexuales”, cuando solo hay hombre y mujer y punto.
Digo, eso ya es ley, y fue elaborado por el tan defendido poder judicial, y desde luego a la ultra derecha conservadora no le gustó; es de los pocos desacuerdos que tienen los panistas con el máximo tribunal de la nación.
Y así, desde las críticas que se desprendieron recién porque en un concierto en Tijuana un grupo norteño fue acusado por una activista de tener en su repertorio, música que violenta a la mujer, o se demerita al reggaetón porque la mujer es tena sexual, pero en medio está la libertad e expresión como derecho a decir o escribir eso.
“Vales menos que tus zapatos”, dice una; “lo hacemos los cuatro”, dice otra, pero la gente va, llena los estadios.
Creo que los más que aparecen en el Facebook con fracs -insisto- más ocurrentes que objetivas, buscan lucirse: “véanme: yo sí critico al gobernador, al presidente, y le digo sus verdades”.
Lejos están de eso, y sí asentados en el abuso, en especial aquellos que insultan y se meten con los terceros del cuestionado.
Coincido con la idea de que un gobernante no tiene que ser popular a la hora de la toma de decisiones; pudo serlo en la interna de su partido, y la campaña proselitista, pero ya ante la administración pública cambia la perspectiva y prospectiva: la entidad -por ejemplo- fue entregada con enormes deudas y rezagos de financiamiento: a la fecha esa situación se niveló y pocos lo recuerdan y menos, lo reconocen, cuando fue un paso importantísimo en la óptica de los que sí saben de administración pública y gobierno, en especial los que reciben –como ahora Eduar5do Ramírez- gobierno, con deuda reducida, y por lo tanto con credibilidad crediticia, lo que atrae a inversionistas, prestadores de bienes y servicios, y demás.
Uno de tantos eventos -sin importancia para el populacho ignaro, la neta- que como éste son observados por los “movimientos” del dinero público y privado, que es el que necesitamos en un Chiapas “emergente”, para terminar con este paternalismo famélico que no ha muerto, y que impide a los ciudadanos crecer y dejar de recibir miserias del gobierno federal, cuando Chiapas reclama inversión seria, de proyección a mediano y largo plazo, que en verdad potencialice el agro y su rendimiento por hectárea.
Años ha que se espera eso, y no pasa.
Por eso comparto con todos, el hecho de que los triunfalismos son poco estimados.
No se puede hablar de avances entre la pobreza: queremos que se hable de su erradicación, igual en los casos caso del salario suficiente, buena calidad en la educación, mejores condiciones de salud pública.
En medio de toda esa carencia no se puede hablar de democracia, como tampoco en medio de los abusos extrajudiciales y legales en el ejercicio de la libertad y la justicia.
Pero otra cosa es mentir, tratar de engañar a la ciudadanía con tanta manipulación informativa, que no les da resultados; el sexenio es lo evidente, en lo federal y estatal: Morena ganó de calle, y fue porque les gusté o no, para ese populacho les parece mejor gobierno.