Tubo de ensayo

27/septiembre/2024

 

René Delios

 

En medio de tanto revuelo político barato, las verdaderas proezas de la nación pasan sin ser observadas, por los enfrascados en detrimentos ideológicos o posturas recalcitrantes, ahora con eso de la reforma judicial –cuyos trabajadores han insinuado que van a impedir la toma de posesión de Claudia Sheinbaum, en algo desproporcionado- so pretexto de que se atentan contra sus derechos laborales.

 

Absurdo.

 

Pero regresando al punto hace unos días se cumplieron años de los temblores que sacudieron al país, que hicieron emerger un sentido alto de nación. Y es que la solidaridad se mostró en esas tragedias.

 

Eso mostramos los mexicanos al mundo en el 85 del siglo XX y en el 17 ya en este siglo XXI.

 

En esas fechas tuvimos nuevamente héroes silenciosos, sin rostro, esforzados –sin foto para el Facebook- que no buscaron imagen y ni recompensas posteriores de ninguna clase por ayudar en esas contingencias, especialmente en esos terremotos que vivió México.

 

En ambas fechas y por todo el país dañado, desangrado, desamparado, la reacción social fue inmediata e importante, clave -no se vio en Japón y ni en Perú-, a gente acudiendo a los lugares de desastre, de edificios derruidos, empezando a levantar piedras, entrando a edificios colapsados y riesgo mismo, en busca de personas, para brindar auxilio.

 

Respondieron por miles y miles con brazos y en efectivo, incluso sin convocatorias de ninguna clase y dedicaron todo para ayudar a sus congéneres, más rápido que las autoridades.

 

Neto.

 

No necesitamos –se vio- instrucciones superiores; la gente se ponía de acuerdo sin conocerse, y sin ser expertos lograron triunfos satisfactorios que les agradecemos muchos.

 

Son esos rescatistas improvisados que no ponen más que su entusiasmo y su empeño, ayudando a terceros a salvar la vida, y que necesitan la pronta ayuda.

 

Esa decisión de miles de ciudadanos de todas las profesiones y ocupaciones que no los mueve más que su deseo de ayudar.

 

Pero otra cosa somos en la política. Es ahí en dónde aparece la parte nefasta de nosotros.

 

Veo, leo y escucho a diario a los pro y contras al régimen, igual algunos en esas desgracias -hombro con hombro- lucharon por llegar hasta donde estaban algunas víctimas de los sismos; hoy ya no llevan ese mismo aliento, ánimo, como que no hay para nada coincidencias, aún pudiera haberlas.

Pero fifís y chairos nada más no: primero muertos que perder la vida, como dice esa frase grande a la estupidez que se sobrepone a la idea de humanidad, y se han arrasado pueblos a nombre de dioses, razas, nacionalismos, para generar un enésimo conflicto en Medio Oriente, territorio en guerra por esto o aquello desde hace más de dos mil años.

 

México no es la excepción: para asuntos solidarios nos la respetan en el mundo; para cuestiones políticas valemos; somos los meros meros en la cuestión de la demagogia: hablamos de democracia desde la casa de la imposición, cuestionamos a los gobiernos por el solo hecho de hacerlo. Usamos a los electores para luego olvidarlos y si se puede, aplacar a modo a aquel que se vuelve un opositor importante.

 

Nuestro desacuerdo es recalcitrante, y nunca estamos más equivocados que el de enfrente.

 

Los acuerdos son para los débiles, acá los míos.

 

Eso pasa en estos tiempos: si los chairos tienen la razón están equivocados, si la tienen los fifís, igual. Y mal le va al que desde el lado contrario, reconozca la voz de su adversario, porque ya las dio.

 

¿Y México?

 

Eso que siga pendiente, aunque sea extensa la lista de temas para la mesa de negociaciones, que en algunos casos datan de un siglo, como la pobreza, urgencia de la nación.

 

Pero no, atender a esos pobres es echar el dinero en saco roto, aún su origen sea el olvido institucional o más bien la ausencia de sexenios de los gobiernos en esa obligación social, humana, constitucional.

 

La política de la 4T en ese sentido va a seguir, como va a seguir la inquina y discordia por eso, aun la sociedad haya determinado que sí, que por ahí es, para según los morenistas “seguir haciendo historia”, mientras los otros, los adversarios, siguen con su histeria.