Tubo de ensayo

11/septiembre/2024

René Delios

 

Hay mucho lucimiento en torno a la sucesión en el estado, en el que especulan nombres para posiciones “claves” que, la verdad, reclaman más atención que lucimiento en los albores del tercer milenio, en que Chiapas, aún, esta en situaciones increíbles de rezagos para sus dones y riquezas, historias y por lo tanto culturas, cuyas manifestaciones fueron relegadas por años y que ahora resurgen con la fuerza de un proyecto del futuro gobierno –la chiapanequidad y sus implicaciones sociales-, que esperemos, se mantenga todo el sexenio pues, como sabemos, la promoción cultural y la tradicional no es políticamente rentable pues, por lo general, artistas y creadores como artesanos no son dados a adular políticos, aunque los hay que sí tienen vocación promotora –y qué bueno- aun injustamente los llamen orgánicos y otras acepciones infames a quienes son claves en esto de la “cultura”.

 

¿La cultura se fractura?

 

Para nada: es innata; nace del pueblo y se arquea en el tiempo aun censuras: pasó en Rusia, China, pasa en Cuba y Venezuela, obvio en nuestro México en dónde la precolombino subsiste, pese a invasiones y religiones.

Lo que sí es que se consolida, y eso solo lo permite la educación, la que es necesario mejorar sustancialmente en Chiapas, porque sin ánimo de entrar en polémica por dónde viene o se dio la causa, la cosa es que la entidad está entre las que más presentan rezago educativo, requerimientos en la infra estructura, calidad en la enseñanza y otras muchas cosas que comienzan con el hecho grave de que existen, de acuerdo al INEGI, 512 mil 720 analfabetas, según el censo 2020, y que es muy difícil reducir significativamente en un sexenio, por lo que el asunto de la educación en Chiapas es en verdad algo prioritario, no un juego de posicionamientos.

El pasado 8 de agosto fue el día Internacional de la Alfabetización, un tema que fue tomando auge en la última década, y que formó parte de los objetivos del milenio a principios de siglo, y que países como México prefirieron no destacar en todos estos años, pues como la desnutrición y la pobreza, va de la mano con la nula posibilidad de oportunidades para el desarrollo individual humano.

La cosa es que desde hace más de 40 años, la UNESCO oficializó la fecha para recordar que la alfabetización es un derecho humano y constituye la base de todo aprendizaje, sólo que fue hasta 2001 en que la campaña mundial arrancó en serio con eso del PNUD-ONU.

Desde luego que en México la estrategia es más vieja: data desde 1990, en que con el método de la Palabra Generadora del brasileño Paulo Freire, se buscó reducir el enorme analfabetismo nacional, y hubo de diseñarse una pedagogía que permitiera la enseñanza de la lectoescritura y la matemática elemental entre los pueblos indígenas monolingües. Es decir, un método de enseñanza por lengua: a éste sector de la población que en aquel entonces no resultó tan bajo, y que aún para el siglo XXI, en 2020, presentó que 4 millones, 456 mil 431 mexicanos, que no sabían leer ni escribir.

 

Esa es más gente que todo el estado de Chiapas.

 

Además del rechazo que presentaron, hubo los que rechazaron el método del INEA, y no les importó alfabetizarse, en la idea individual de que para ellos, eso no les servía, postura reflejo del desconocimiento social pues, como pueblos esos varios analfabetos, alfabetizados, sí pesan, si leen lo que sucede, si exponen lo que piensan, y más ahora que hay redes sociales en dónde pueden hacerlo: Voltaire mismo en el siglo XIX, refirió que un pueblo “ignorante” es manipulable, abatible, sin sentido ni objetivo social; es insensible como nación.

Todo eso se requiere ahora y en éste país aún luchamos por la democracia, contra la pobreza, contra la violencia y contra la ignorancia.

Es decir a alguien que sabe leer, no lo engañan las autoridades, no lo manipulan; lo importante es guiarlos qué leer, no qué ver, no qué escuchar, pues ese fue el instrumento de los gobiernos pasados a través de medios electrónicos de comunicación a modo.

 

Ya lo dijo Fernando Savater alguna vez: “la educación es igualadora”.

 

Aún recuerdo la parafernalia: expresiones como alfabetizar “para lograr el Desarrollo Humano”, con Calderón; un sexenio antes, con Fox, se decía “para alcanzar el Desarrollo sustentable”, que no son más que maquillajes a la miseria y la ausencia institucional, y que ya para el sexenio de Peña fue “Desarrollo Integral”.

Al menos en el de López sí se redujo la pobreza promedio -Chiapas como mayor ejemplo- y no dicho por él, sino por el banco mundial, que es neoliberal, y eso no gustó mucho a todos los adeptos y adictos a la ultraderecha y al desplazamiento social, derivados de la corrupción que generaron por casi un siglo, desde la convención misma de Aguascalientes, después de la Revolución -cuando se repartieron el país-, y que no se cumplió nunca, pero que sí usaron como bandera y demagogia los prianistas durante el siglo XX.

Hoy que en verdad se la aplican desde abajo, se alteran; quieren llegar con las vestiduras desgarradas hasta la ONU, a la Haya, a la CIDH, cuando, esa base social a la que batearon por sexenios, es la que decidió en México, abundantemente, para dónde debe ir la nación.

 

Fueron los más, no unos cuantos, como otrora.

 

Es por ello que hay que seguirle con los de abajo, y eso incluye prepararlos desde la alfabetización misma, como base para la igualdad, la equidad y la democracia.

 

Todo lo demás se dará por añadidura.