René Delios
Casi nadie puede aceptar que esa estrategia de abrazos no balazos del presidente AMLO, ha sido una estrategia exitosa, aun la traten de justificar con que se han reducido los homicidios dolosos en el país, pues tenemos zonas rurales en dónde las familias viven bajo la zozobra de las balas, y entre operativos de corporaciones políticas y militares que no habían sido nunca necesarios, pues las divergencias o eran por motivos agrarios o políticos entre conocidos, y en los casos extremos, alguien moría por esas pasiones pero no por ser parte del crimen organizado, cuyas diferencias son de otra índole y motivos, pero que impacta en nuestras comunidades, generalmente en la pobreza.
Los números no mienten y es por eso que Chiapas no solo es reto para quien lo gobierne, sino para la federación misma, pues es frontera internacional, en una nación que debe ya encontrar un diseño práctico y efectivo, sin tanta demagogia, que camine seguro a la solución de sus demandas y problemas sociales, pues es una nación que se supone sólida, rentable, confiable –incluyendo a su gente-, y que tiene cómo y con qué y con quiénes, y en ese objetivo se debe trabajar más allá de las siglas partidistas, que a la fecha –tiene un siglo de eso-, ha generado solo divisionismo, ante la intolerancia popular o cupular a lo que hacen quienes gobiernan, otrora el PRIAN y hoy la 4T, en vez de analizar las posibilidades de iniciativas, proyectos, programas, perspectivas y prospectivas, y aportar un punto de vista frío y objetivo, sin inclinaciones reaccionarias o radicales.
Chiapas es una entidad en dónde no existe la oposición, que se volatizó de entre la simpatía popular por su corrupción política, y cuya militancia ya está hoy, en Morena, el PVEM o el PT, o siguen en algunos de los partidos estatales aunque ya no tengan registro.
En los mensajes de Claudia y Eduardo hay un asegurado contorno pero igual un compromiso que, repito, se debe asumir y cumplir para un Chiapas que padeció por generaciones una ausencia institucional que no se explica más que con la palabra “corrupción”.
¿Cómo es posible que apenas al inicio del tercer milenio, se modernicen clínicas o remocen escuelas en el olvido desde hace sexenios?
Pasaron Sexenios en los que no había obra pública destacar como las realizadas por Rutilio en Tuxtla y Tapachula, y aún con eso ha merecido oposición de una parte del respetable que –vuelvo a señalar-, aun sea a beneficio, se opone por ser obra del adversario político, como pasó con el segundo piso frente al deportivo “Caña Hueca”, y resulta que quien lo propuso como secretario de obras públicas, les ganó tranquilamente la alcaldía de la capital del estado.
¿Seguirá pasando eso pese a que compartimos las mismas necesidades, entre ellas la de seguridad?
Y no me refiero a la social, sino a la pública, ya expuesta líneas arriba, y cuya estrategia gubernamental, insisto, no ha sido exitosa, pero tampoco acompañada por la oposición que contrariamente, ha hecho lo necesario para detener iniciativas –la última fue la reforma judicial- entre ellas transferir la Guardia Nacional a la Sedena, so pretexto de que se trata de militarizar al país, y resulta que, el reclamo popular es contrario, y no ve mal que las instituciones armadas refuercen la seguridad, pues no es su instrucción velar por la seguridad pública, responsabilidad que recae por ley en ayuntamientos y gobiernos estatales pero nada más no pueden con organizaciones armadas como para enfrentar al ejército, de ahí que en poblados de las serranías esos compas hacen lo que quieren.
Eso ha ameritado todo tipo de ataques al presente régimen, y aun la acción coordinada que se esperaba para que la oposición recuperara imagen –incluso desde EU-, nada más no, por lo que han recurrido incluso a los insultos de que AMLO es mediocre, senil, megalómano, intolerante, dictador, en fin, adjetivos para describir y desacreditar al mandatario.
No, no lo lograron: rindió recién su último informe, todo triunfal, pues no le ganaron ni una.