Tubo de ensayo

29/agosto/2024

René Delios

 

Muy aparte de los índices de inseguridad por estado y poblados, está en qué sectores y desde luego el o los por qué esos registros por desempeño, y entre los más preocupantes para criterios avanzados, sean derechos humanos o sociales, intelectuales y legales, se ubican los asesinatos a activistas y periodistas en México, en supuestos tiempos de paz pues, ni por equivocación aceptaría la megalomanía que México está en guerra con el crimen organizado, aún éste esté armado como si así fuera, y se tiene un promedio de 85 homicidios diarios –incluyendo tres feminicidios-, que han superado las tres mil ejecuciones en un mes, y las autoridades se refieren a éstas con estadísticas, números fríos, sin evaluar o al menos no lo dicen, el entorno social en el que suceden.

 

Así, como con los activistas por los que ni mencionan, la muerte y desdén para con los periodistas asesinados, que según los políticos -desde AMLO mismo- hemos contaminado la libertad de expresión cuando, desde ellos -los políticos- son los corruptos que con los empresarios de medios -no somos lo mismo, y ni reciben los balazos- hacen el trato so pretextos publicitarios, controlando lo publicado -sí, también lo hacen ahora-, cambiando los contenidos o manipulando las versiones a modo del régimen de que se trate.

 

De esos tratos millonarios no nos beneficiamos los periodistas, los que somos de la calle, los de la grabadora y la cámara, los sin derechos laborales, los no militantes.

 

¡Ha! Pero si no te gusta lo publicado -según tu lado-, y aun sea de criterio, bien sustentado, para ti ese compa es un chayotero.

 

Y así, de la misma manera en que se cae en que por uno pagan todos los políticos como corruptos, igual con los reporteros, pues los hay corruptos y muchos se desenmascararon éste sexenio, pero los hay muy buenos, los que hacen la nota informativa, la reina del periodismo, la del instante en el cuadrante: texto y gráfica, recreando los hechos, a veces de manera más precisa que la melosa redacción de un boletín oficial o un ministerio público, y obviamente mucho más digerible para la opinión pública.

 

Pero esa es otra vaina.

 

La que nos ocupa se vierte en que, se habla de todo lo bueno, del cómo lo recibió y del cómo lo entrega, pero no profundiza en los cómos y porqué de la inseguridad y se propone una solución demagoga y hasta sospechosa de “Abrazos no balazos” sustentada en un combate demagogo a la pobreza que va a estar presenta hasta más allá del medio siglo, mientras esos compas siguen jalando el gatillo sobre quien sea, muchas veces sin relación con ellos, pero con la mala suerte de que se le aparecieron en el camino.

 

Las cifras de eso se desconocen, la de activistas y periodistas muertos no: esos sí se tienen, casi exactos, y superan con mucho los índices de muertes en países en guerra, pues México, se dice, vive tiempos de paz, de tranquilidad social, y no es cierto.

 

No puede serlo.

 

En el sexenio van 46 periodistas asesinados; tres en lo que va del año: 167 en lo que va del siglo.

 

No ha importado, sea por culto a la imagen, sea indiferencia institucional, sea porque les vale madre; peor con los activistas –en especial ambientalistas-, que suman 102 en lo que va del sexenio, y seis de cada diez eran indígenas reclamando respeto al hábitat.

 

Se ataca al Derecho, pero a la vez, a la inteligencia, y demuestra lo endeble o vulnerable del estado de derecho y sobre todo, la inseguridad al protestar o escribir por abuso o injusticia sobre alguien o algunos.

 

¿Abrazos, no balazos?

 

Y pues como los criminales no se la creen, mientras se enfrentan entre ellos, están preparados con armas de alto calibre, autos acorazados, sicarios suicidas –porque hay que serlo-, que están en esa chamba -dicen los especialistas-, unos quince años promedio, hasta que les toca una bala a ellos.

 

Nadie dice “¡Hey mi presi!… ¿Qué con esto..?

 

No lo hacen en las entidades con enfrentamiento, ni lo harán los nuevos diputados y senadores federales anodinos, y los hay incluso retrogradas, que hacen propuestas desfasadas como aquella petista que propuso regular los medios de comunicación -¿Por sobre la constitución?- para impedir el paso de la derecha vía medios como si, la izquierda o los que se haces pasar por ella, sea la mejor opción, cuando a la fecha son solo lo menos malo; el PT –por ejemplo- es un partido que sin duda, no aguantaría una elección con candidatos propios, y sin dudarlo perdería el registro si va solo: es parasitario, depredador, un negocio de su cúpula cínica y anquilosada, entidad por entidad, hasta su dirigencia nacional.

 

Pero esa también es otra vaina.

 

La que nos ocupa y preocupa es la seguridad.

 

Otrora –los que se acuerden- el Estado mataba a los poetas, a los escritores, a los pintores, sobre todo si eran de tendencia comunista en México, o si eran opositores, especialmente en los regímenes comunistas: los encarcelaba lo menos, o los desnacionalizan, como hizo el estúpido de Daniel Ortega con la gran Giaconda Bely -mientras todos los nicaragüenses la reconocen como su poeta universal-, o los desparecen, como hizo Franco con Federico García Lorca.

 

¿Los callaron? Pregunto.

 

Su voz resuena aun por sobre ellos; los poemas o las canciones son como la verdad, como los textos de las novelas y sus secuelas: no se esfuma; contrario censu: se ilumina, se expande y se consolida.

 

Se hacen universales; los hace la gente en los y las que su voz, se repite.

 

La verdad es contundencia, y si se escribe bien, mejor.

 

¿Qué han ganado los que matan periodistas?

 

Nada; su reseña es eso, historia, referencia consulta. Ese periodista vuelve a fluir: es tornasol.

 

Igual, muerto, algún política o política se alegra, luego de que el asesinado los exhibió, e igual lo mandan ellos a matar con la saña de un sicario para que digan que fue el narco.

 

¿El periodismo a dos fuegos?

 

Igual y sí, pero a éstos –los de verdad-, les preocupa más el tercero, el de criterio: la opinión pública, esa que les grita chayoteros en parejo; esa opinión pública el objetivo profesional del texto, de la gráfica: es el objetivo social de la publicación, del contexto.

 

Pero eso da para otro texto.

 

El tema de este bodrio es que hay periodistas muertos, activistas muertos, que no cuentan, que no se mencionan, porque restan en los logros presumidos y exhiben la nulidad del gobierno, el de los estados, y aun se omita –no que se niegue-, hablar de ellos.

 

La neta es inútil: ellos y ellas tienen su propia voz ya bien muertos y muertas, con sus condignas, con sus apuntes, que es lo que permiten hacerles un recordatorio al gobierno sobre sus ausencias, como parte preocupante de sus nulidades.