René Delios
No desagrado, sino decepción -porque son más de lo mismo-, causan los políticos que por su triunfo avasallan nuevamente con sus estrategias de “penetración”, y el cómo darle al posible competidor, lo que en el caso chiapaneco se tuvo que parar.
Hay en verdad los que, a través del tráfico de influencias logran sus objetivos políticos, porque tienen claro que son poco carismáticos y ni le hacen al cuento, pero por otra parte aparecen los que a fuerza se creen con arrastre y en ese afán de sentirse populares y se llevan cada decepción, como pasó con tantos y tantas desde 2018, cuando Morena los borró, en una entidad como Chiapas que se suponía de cofradías anquilosadas, de fuertes cotos de poder regionales, que se confiaron y perdieron el dominio del presupuesto, y salvo los verdes que gobernaron un sexenio, y que se aliaron a Morena para competir en 2024, es que no les fue tan mal pues es la segunda fuerza política del estado, en tanto el PT, al menos mantiene el registro que en nuestra entidad perdieron los partidos locales, Chiapas Unido, Podemos Mover a Chiapas, Encuentro Solidario, Fuerza por México Chiapas y Partido Popular Chiapaneco.
¿Qué le aportaron a la democracia esos partidos locales?
Nada: solo sirvieron uno o dos sexenios para repartir candidaturas por un lado, y cargos públicos en los municipios, por otro.
De los partidos nacionales en Chiapas, el PRD no logró el 3 por ciento mínimo para mantener el registro.
Pero como tanto dirigentes como candidatos de esos partidos quebrados, se quedaron en el limbo político, y empiezan a “moverse” pues ya sin presencia política no son nadie, pero al igual los pararon a todos los que se sienten con derecho de ocupar un cargo o sienten que le deben algo en la “Nueva Era”, y se supone, que en lo que viene no se trata solo de amiguismos, sino de demostrar capacidad para con una entidad que reclama funcionarios con imaginación, responsabilidad y honestidad.
Y sin demagogia.
Desde iniciado el tercer milenio, el elector chiapaneco ha demostrado dos cosas: su capacidad de transición y desde luego, su abstencionismo; es decir, no es manipulable como lo creen un buen de “ingenieros” electorales que abundan en las redes sociales, y que son parte de la tecnocracia que perdió toda sensibilidad popular, y en su idea “modernista” supuso que la llevaban bien cuando, ha quedado más que demostrado ya que los baños de pueblo como los “like” en Facebook, no garantizan votos.
Es claro que los candidatos en México son un tráfico de influencias y corrupción política en los partidos, y ya nominados es cuando despliegan su propaganda para atraer el voto.
En eso, también trabajan los partidos, los órganos electorales, esto es que nadie trabaja para fomentar el abstencionismo, y ¿entonces porque se da tan alto en una nación que se rige bajo un régimen de partidos? En un tema que ha sido abordado por muy pocos visionarios de la participación ciudadana, en la idea mayúscula de que es cómo se legitima el triunfo y a la vez, se fortalece la democracia: el voto, antípoda del abstencionismo.
Y sí: el abstencionismo también es parte del resultado electoral.
Ya el abstencionismo tiene diversas interpretaciones, desde la desconfianza en general a la clase política, o al órgano electoral de que se trate, o a los partidos o de plano a los candidatos que no convencen a ese sector del electorado.
Obvio el gobierno.
Tema complejo, hay los que creen que con instalar una segunda ronda de votaciones se soluciona el problema cuando, es cosa más profunda: la gente no cree en esa democracia demagoga que proponen y en la peor: la que representan.
Para colmo ahora, ese elector ve el cómo su determinación del 2 de julio la quieren manipular en aras de defender un poder judicial que es corrupto; ese voto dio mayoría a Morena y aliados, punto.
Solo hay que interpretar la ley electoral vigente en su artículo 56, el que por ciento en 2023 no dejaron cambiar desde la oposición a través de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y ahora quieren que se le de otra “interpretación” diferente a 2021.
México se gobierna bajo un régimen de partidos, se insiste, y sí éstos no logran -en su gran mayoría-, ganar con porcentajes que legitimen a sus candidatos ¿De qué hablamos?
Hoy -desde 2021- seguramente tendremos alcaldes y diputados locales, por ejemplo, con bajos porcentajes de triunfo con relación a la lista nominal; esto es que ganan con un porcentaje mínimo, por aquello de mayoría relativa, un tecnicismo que deberían preocuparse en cambiar si el abstencionismo empieza a crecer.
Porque en serio: fue del treinta por ciento del listado nominal: más de 38 millones de mexicanos no votaron, y esa cifra no es poco decir.
La tercera parte de los electores.
Muy aparte de lo que hagan los partidos locales -que no tienen otra que entregar locales, mobiliario, retirarse-, no hay otra para la entidad que la unidad.
Igual por mantenerse tranquilos sí “salen en la foto”.