René Delios
Un buen de polémica hay en la entidad y en la nación.
En la entidad con relación a la llamada Chiapanequidad, término que ha gestado contradicciones y hasta descalificativos, no solo por su –según- inexacta definición, sino también porque lo ven como un instrumento de intelectuales en busca de posicionarse en la próxima administración, deslizando la necesidad de ejercerlo como objetivo integral, no solo en la mención, por lo que debería contar con mayor consideración popular, creo más que fijarse en esos intelectuales que son al momento los que figuran como sus promotores, en la idea de que la propuesta no solo consiste en el término, si no que se amplia y expande en cada oficio, arte y modo dentro de lo chiapaneco.
Muy aparte de que al final de cuentas quien quede o no dentro del equipo de Eduardo Ramírez será decisión del llamado “Jaguar”, todo este asunto me recuerda lo expuesto tanto por Octavio Paz (El laberinto de la soledad) como por Carlos Fuentes (El espejo enterrado) en torno a la cuestión de la heredad, el ser y el sentirse mexicano; en esos ensayos no definen sino que explican histórica y socialmente el porqué somos México, pero y la “Mexicanidad” ¿De dónde viene, cuándo nace? Pues ese término inició a ser más propio posterior a la Revolución, en lo que se denominó “Movimiento de introspección”, y desde luego lo complejo que es hablar por un México tan grande, en el que nada tiene que ver por ejemplo- la cultura Maya con la Purépecha y ambas con la Raramuri.
¿Son los mismos mexicanos?
No, pero ninguno se excluye de serlo.
Imagino –habrá que conocer el proyecto- que se trata de hacer sentir así esa Chiapanequidad, y para ello se necesita mucha ilustración, cobertura, difusión e información integral del Chiapas milenario, y no solo del término porque entonces sí será una bandera política de un grupo de intelectuales, aunque celebro las convocatorias culturales a la gente, sobre todo porque servirá para conocer que tenemos y de qué calidad, en muy diversos géneros.
Desde luego que la Chiapanequidad implica lo social y por ende comprende la política, y dentro de esta se desprenden muchos rubros de la cuestión pública, y desde luego toca a la seguridad, un tanto comprometida –y reclamada- ante las diferencias entre carteles que tanto distorsionan el entorno y la paz social en algunas poblaciones.
Eso genera mucho ruido -que es la otra polémica local-, y más cuando los connotados periodistas nacionales y locales usan el tema con el afán del sensacionalismo, más que por un impulso informativo.
Así, se destaca la detención en Estados Unidos de grandes capos del narcotráfico, lo que “no deja de ser algo espectacular, pero no va al fondo”, como dice Andrés Manuel López Obrador, pues en realidad toda la estructura del narco sigue intacta, y no me refiero a la que hay en México, sino a la “de aquel lado”, que es la que recibe el paquete, lo corta, lo distribuye y lo cobra, y aparte, “lava” el varo en sus bancos y empresas, en tanto el consumo de drogas de entre sus jóvenes crece, se multiplica, y los culpables de eso son los de fuera, México como referencias, mientras el gobierno del Tío Sam carece de programas de atención a sus adolescentes que, es cierto, se mueren por decenas de miles al año, por el consumo del satanizado fentanilo, pues la morfina, la cocaína ya no son tema, menos la mariguana.
¿Y luego?
Desde luego que en México la cosa no es miel sobre hojuelas, y hay las veces que parece que el crimen puede hacer lo que quiera, y uno de esos escenarios es Chiapas y la injerencia fuerte del crimen organizado disputándose algunos municipios fronterizos, lo que desde luego –y como siempre- la oposición magnifica, refiriéndose que así está todo el estado, cuando no es cierto, pues hay regiones completas, si no libres del crimen, no en franca disputa, sin que destaquen que entre los ciudadanos hay tranquilidad, y ahí están como testimonio Chalchihuitán, Chenalhó, Tila u Oxchuc, municipios en los que tiene años que sus habitantes ya no se confrontan.
Entonces porqué no platicar de lo bueno, de lo posible para éste estado que requiere integrarse más, conocerse entre sí, valorar lo de la otra región como se valora la propia, y un proyecto que lo propone, ¿es un error?
Chiapanequidad quiero entender que no solo es cultural o antropológico o etnológico, sino también político, y si la política es buena, entonces si puede ser posible.