Las crónicas de un continuo despertar 

16/agosto/2024

 

Arít León Rodríguez

 

A una jovencita la acosaron sexualmente en un transporte público en la ciudad.

Nada nuevo, es más, a algunas personas le parece un tema oxidado y hasta gracioso -desde una perspectiva grotesca y enferma- pero para quienes han experimentado a un conductor lascivo que no deja de ofender, proponer, erotizarse y que no detiene la marcha del vehículo ó lo intenta llevar a lugares solitarios, entienden que es un asunto serio.

Le comento porque una madre denunció públicamente un taxi que justamente hizo eso con su hija que iba rumbo a la escuela justo el día de ayer. La denuncia está en proceso y por ello no puedo exponer datos de el agresor, pero lo sabemos, de sobra, acosan a las y los jóvenes que se suben al transporte público.

De cualquier edad, lo digo por experiencia, lo viví a los 12 años, junto con muchísimas otras niñas que guardaron silencio humilladas, ó tal vez no volvieron  a aparecer.

A falta de datos concretos actualizados en la Tuxtla, la encuesta sobre Transporte Público en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, elaborada por la asociación El Poder del Consumidor preguntó sobre este tema y otros a 1,400 usuarios que atraviesan por puntos críticos de movilidad entre el Distrito Federal y el Estado de México.

El 32% de ellos aseguró que alguna vez ha sido víctima de acoso en el transporte. La mayoría de los casos ha sido de mujeres, ya que 48% contestó que lo ha sufrido, pero también hubo 17% de hombres que aseguró haber sido acosado.

En seis de cada 10 casos, se ha tratado de acoso físico, y en otros dos, de tipo verbal. Además, hay 15% que considera que fue objeto de acoso visual y 5% dice que lo ha sufrido en todas sus formas.

Creo que ante este tipo de acoso, debe existir cero tolerancia, especialmente en los taxis, donde la victima queda indefensa en un vehículo que prácticamente la secuestra y nulifica -salvo brinque y se exponga a herirse al caer ó morir atropellada- y de los cuales existen ya conductores y unidades piratas.

Nuestra seguridad no es asunto de juego. Urge que pongan orden en el sector transportista, personas con denuncias y antecedentes de agresores no pueden ni deben conducir un vehículo.

Vaya, no nos hacen un favor

 

***

 

El impacto de las redes sociales es a gran escala en casi cualquier población.

Pero honestamente, muestran realidades parcializadas que no siempre son fiables ó verídicas. Me encontré con un artículo que mencionaba un caso que se hizo viral, famoso en las redes sociales hace tres años y que gracias a la gran difusión hizo que autoridades investigaran a lo grande y – como casi siempre- lo hicieran mal.

 

Un individuo subió la imagen de una niña rubia con ojos claros pidiendo limosna.

 

Su presunta madre, una mujer de piel morena, fue acusada de secuestro y palabras más palabras menos, fue amagada por los policías que días después llegaron a arrebatarle a sus dos hijos, niña y varón mientras la acusaban de explotación de menores y secuestro entre otros delitos.

Su hijo e hija fueron enviados a una casa hogar durante casi un año, pese a que el ADN confirmó que Lezly y Tony -la niña rubia y su hermanito- eran sus hijos.

Eran simplemente, una familia en condición de calle, sin apoyos y definitivamente víctimas la discriminación selectiva.

Pocas veces ha causado tanto revuelo la imagen de una niña pidiendo limosna en las redes y las autoridades han sido tan expeditas en responder. Pero la niña era rubia -y válgame el cielo, las calles solo son para los niños y niñas prietos e indígenas- y causo un movimiento social que traspasó Jalisco.

De la terrible injusticia jurídica cometida en agravio de Jiola Ornelas las autoridades no respondieron más que -bueno al menos- devolviéndole a sus hijos. Pero la sociedad y personas conscientes, apoyaron a la familia para que accesaran a un hogar, trabajo y educación.

Algo bueno surgió de esta engorrosa y traumática escena social.