El siglo XXI es el de Chiapas, para dejar atrás siglos de explotación y rezago, aún a casi un cuarto del siglo no se vea así.
Luego de que Pablo Salazar dejó en ceros las deudas del estado, en las siguientes dos administraciones la volvieron a endeudar con los altos interés anual, y es la fecha en que no se tiene en claro en qué se gastaron tantos miles de millones de pesos –que han de estar justificados, pues no los llamaron a cuentas-, e incluso ya quedó hasta terminado el puente atirantado y hubo de pasar casi un sexenio completo para darle fin, y eso con la directa participación del gobierno federal.
Pero eso no es privativo de Chiapas: casos de obras inconclusas hay en todas las entidades del país, y ya se ha hablado varias veces en que hay que regular jurídicamente las determinaciones de los gobernadores, pues por ejemplo, en la capital de Chiapas hay un estadio de futbol y un lienzo charro que no se usan para lo que fueron construidos, o sea que no eran ni necesarios ni importantes para contribuir con el desarrollo de la entidad como se dijo en su momento. Son elefantes blancos que se usan para conciertos, no para el balón pie o el jaripeo; ambos se construyeron en éste siglo.
¿Cómo hacer para que no perjudiquen así al erario público o comprometan presupuestos futuros con deudas acumuladas?
Esta difícil, pues los que pueden regular eso caen en la ignominia y aprueban todo lo que le manden desde palacio estatal, al modo de siempre del sistema que, aun se diga que no en la 4T, es la misma institucionalidad a ultranza de parte de los legisladores –y más los locales-, que no pueden imponer un criterio distinto al gubernamental, en la idea de qué a un gobernador en su caso, no se le puede contradecir, y menos desautorizar una moción.