El gabinete federal saliente y el entrante de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, iniciaron un proceso de “transición inédito”, porque “ambos equipos comparten la misma mística y el mismo proyecto de nación”, que se denomina Cuarta Transformación.
Por sexenios, aún del mismo partido, el equipo que entraba borraba todo lo del anterior para que no le hiciera sombra a los proyectos y programas del nuevo mandatario, en un derroche presupuestal que incluía cambios incluso estructurales como lo hizo Enrique Peña Nieto, que cambión lo de Felipe Calderón, y López Obrador que borró todo lo posible de su antecesor, y que seguramente lo acabará de hacer Sheinbaum Pardo.
Y es que en ese objetivo no se escatima nada: lo que cueste y ahí están tantos ejemplos, y el más cercano fue el aeropuerto de Texcoco, cuyo costo de cancelación nunca lo sabremos en realidad, como tampoco el por qué si, el Fobaproa (Zedillo), Enciclopedia (Fox), Oceanografía (Calderón) y Odebrecht (Peña), no llegó hasta a los mandatarios.
Y no va a llegar a AMLO, aún el caso tremendo de Segalmex.
El punto es que estamos a días del último informe de gobierno; y a partir del domingo, a un mes del cambio de poderes.
Ante eso y por instrucción del presidente Andrés Manuel López Obrador, se instaló la mesa de coordinación de la transición, la que a su vez establecerá un plan de trabajo para que cada titular de una secretaría o dependencia rinda cuentas de su gestión, así como un diagnóstico de lo que se ha realizado y de los pendientes, para que los próximos titulares del gobierno entrante cuenten con la información necesaria para seguir por la “ruta histórica” de la 4T.
No, no se esperan sorpresas.