Editorial

26/agosto/2024

 

Chiapas es una entidad de alto interés político o económico para el gobierno federal por la infraestructura existente en este, sea de la CFE o Pemex, pero la respuesta social por eso se notara en su situación socioeconómica desde tiempo ha, y no pasa eso aún sea frontera internacional: la pobre correspondencia de la federación ha sido de años en comparación a lo que se le aporta, y que, desde luego, no cuenta pues la ley dicta que, petróleo y presas hidroeléctricas son propiedad de la nación, y pues entonces nos quedamos con que el PIB es bajo, y por consiguiente, también su aportación hacendaria.

 

Aun con eso, en Chiapas se andan con mucha especulación desde ahora, para ver quiénes son los posibles para integrar el gobierno en 2024, para unos de los estados –junto con Oaxaca- más pobres y problemáticos del país, anegado de rezagos sociales y carencia estructural que, nos deja casi en todo al último de la media nacional, a falta de vías que se equilibren rápido las demandas para el desarrollo humano.

 

Y hacen falta porque no las crearon en sexenios y sexenios, desde el siglo pasado, mientras cada gobernante le reconocía al presidente en turno, su predilección por Chiapas, como si la entidad fuera un bastión de adoración por las benevolencias del mandatario federal de referencia.

 

Destaca en la presente administración que, la pobreza, realmente se redujo, pues no es poco decir que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social –que es de los órganos autónomos que va a desaparecer-, señaló que Chiapas logró una reducción del 10.6% en su población en situación de pobreza, superando a otros estados en esta importante métrica.

 

Y es que si hay una entidad llena de contrates esa es Chiapas; su riqueza natural y cultural tiene un contra espejo: la pobreza y sus demandas anejas; sus recursos no han beneficiado a su comuna en medio siglo -para qué echarle más tiempo-, víctima de la explotación de todo, del suelo y subsuelo -deforestando selvas; succionado hidrocarburos-, y no ha habido incentivos reales para el desarrollo agropecuario y agrícola, que no sean programas centaveros para campesinos subsidiados de siempre, para medio remediarles el hambre -como ahora-, mientras se les pulverizó la tierra dotada en un reparto agrario sucio, traspapelado, empalmado, que generó que Chiapas representara el 22 por ciento de todo el rezago agrario nacional, y que es el origen de tanto conflicto intra e intercomunitarios, e incluso municipales por la tierra ejidal, y que ahora para no variar -y pese al historial de muertos en cuarenta años- nunca hubo culpables.

 

Si hay una entidad que tiene que llamar a cuentas a muchos nombres -incluyendo no pocos “hijos ilustres” que se sirvieron con la cuchara grande desde el poder-, es Chiapas.

 

Todo lo que pasa se explica, tiene origen.