Que se sepa los cambios son para mejorar, en todo sentido, y eso sucede no solo en el sector público, sino también en la vida misma.
Sin embargo, muy aparte de lo individual está lo colectivo, y desde luego para beneficio de la sociedad, que observa una serie de movimientos en los gobiernos estatal y federal para bien, a veces muy sanos como el reducir la pobreza, otros equívocos, entorno a la seguridad.
Sabemos que los que viven de la política, que los mandatarios tienen compromisos derivados de los apoyos recibidos a lo largo de su carrera. negarlo ni al caso, y que estos se manifiestan en las carteras, pero cuando es de acuerdo a capacidades, no hay nada que sorprender que se diga que determinado personaje no es “parte del equipo”, como se dice de Marcelo Ebrard que va a ser secretario de Economía.
Es éste sector complejo, no el arrastre de compromisos mundiales, como el Tratado de América del Norte, sino porque se tiene que humanizar el concepto.
El neoliberalismo monetizó el desempeño: el trabajador no fue un aliado, sino un insumo, que mientras más barato, mejor: así se le suspendieron derechos laborales, como la asistencia social de salud, y se permitió, y para colmo, al jubilado lo encerraron por tres décadas, a medio salario.
Hoy el salario mínimo se incrementó en un solo sexenio tres veces: de 88 a 249 pesos, y nunca se tambaleó la economía ni hubo fuga de capitales, ni nada por el estilo.
Hoy las empresas aparecen como solventes porque si no, no tienen oportunidad de competir dentro del T-MEC y otros acuerdos o tratados económicos de México.
Ya no puede haber chantaje, y menos ahora en que AMLO despolitizó la economía, algo que debió pasar durante el periodo neoliberal en que monetizaron el desempeño, sin reconocer el empeño de los trabajadores.