La crítica es tan insulsa en las redes sociales que cuestionan que el presidente use o no traje y corbata en un evento determinado, y los ataques al mandatario se incrementan en la medida en que se acerca la fecha del cambio de poderes bajo el argumento de la libre manifestación de las ideas.
Lamentablemente esa libertad de expresión se limita o excede de acuerdo al nivel cultural de cada persona.
En ese sentido, al externar opinión hay quienes caen en extremos, como el insulto, que por un lado se cuestiona y por otro no hay forma de limitarlo, como sucede en las redes sociales -incluso entre civiles-, vías que ya son utilizadas por los políticos para atacarse entre sí.
Pero también aparece la información oficial, el manipuleo sobre la realidad social o un evento determinado, o se minimiza la labor de un funcionario -en éste caso el presidente- por cuestiones ideológicas, con un registro tremendo en la falta de respeto a terceros.
¿Está bien eso?
Hay personajes que se la pasan cazando a sus contactos para revirar de manera soez y hasta vulgar todo tipo de planteamientos, solo por divertimento, sin mínimo contenido.
“Caza notas” o troles; éstos últimos son peores que los llamados chayoteros, por intolerantes y claramente direccionados a beneficiar o perjudicar la imagen de determinados personajes.
No toman a las redes sociales, en especial el Facebook, como lo que es: un importante medio de comunicación en donde no existe censura que no sea los conceptos del servicio.
Pero el que no se registre censura a insultos no justifica el abuso.
Sin embargo cuando se cuestionan esos abusos, la reacción de la intolerancia, la sinrazón y demás posiciones de los autoritarios, aparece cual tropel y ejercen todo lo contrario que según practican o presumen algunos, hoy es una “vía” que ha superado a los medios tradicionales, periódicos, televisión y radio, para que la sociedad se informe cuando en realidad se desinforma.
Hay versiones que camina otra vez una iniciativa similar al siete constitucional, para regular como a los medios tradicionales, las redes sociales, pues ya son miles las demandas por difamación en redes sociales, que no proceden.