Tanto los contras como los seguidores de AMLO, se obstinaron en no encontrar puntos coincidentes. Unos no aceptan que está nación fue entregada bajo una corrupción asfixiante por los efectos sociales que generó, y aun se padecen –y que la oposición minimiza inútilmente con el “ahora esta todo peor”-, y los otros por no entender que esa corrupción no se elimina por decreto.
Sigue vigente.
Se entiende que la crítica ha sido y es un derecho, y desde luego, los gobiernos no están para ser adulados, sino de siempre cuestionados –con la opción de dar respuestas-, y por otro lado, gobernante o gobierno democrático debe ser tolerante a la crítica, aun los excesos, como se ve ahora de parte de la oposición en México, que soberbia, no quiere ver que el pueblo al que se dirige aún los conoce bien porque los padeció, cuando fueron gobierno y por eso no les dio el poder
La otra es que no hay peor demagogo que el adulador del pueblo –dicho de Aristóteles, hace dos mil 300 años-, y menos cuando ese gobierno da más excusas que resultados, por no reconocer sus limitaciones frente a la crítica de sus adversarios que pelean más por las mercedes y privilegios que perdió, que por tener razón.
Y ese es el problema de la oposición: su pasado los alcanzó.
Otra cosa es la nociva carga de desinformación que denotan los medios tradicionales y sus analistas de tendencia amarillista y de choque en contra del gobierno federal, la 4T y Morena, como si fueran la perdición de México.
La diferencia es que, esos medios y las redes ya no manipulan el criterio de una nación, sensibilizada a fuerza de padecer las consecuencias de malos los gobiernos que por sexenios los han hecho vivir en la pobreza.
Dan lástima ahora tratando de empañar el cambio de gobierno, qué va a darse la sobrerrepresentación en las cámaras, qué se pretende manipular al poder judicial, que AMLO va a seguir mandando pues Sheinbaum es su marioneta.
El pueblo eligió eso, y quedó más que claro.