Una cosa es que el presidente no sea tolerante, según sus opositores, y otra el cinismo de los otrora ladrones -ahí están los índices del cómo entregaron de endeudada y paupérrima a la nación-, que desde que les ganó, sienten que los despojó de México.
El punto es que –volviendo a los índices- desde 2018 no le ven una al mandatario y su según malograda 4T, ya gobierna las dos terceras partes del país, y tiene prácticamente borrada a la oposición de las entidades de la república –Chiapas es un ejemplo contundente-, y que obligaba a todo analista –aún sea conservador- a decir que, en la prospectiva no le ganarían a Morena la presidencia, tal cual pasó.
Lo que no se esperaba era que Claudia Sheinbaum ganara con tal contundencia, incluso con una votación superior a la de Andrés Manuel López Obrador, quien contrario a justificar el por qué más que él, se alegró, y con ello apagó las esperanzas de los que esperaban que entre la científica y el tabasqueño, se empezaran a dar las diferencias usuales entre el presidente que se va con el que entra, tal cual ha sido la formula, y que concluye con que el entrante borra todo lo bueno del que se fue, para que no le haga sombra.
Y eso que explotaron los choques tremendos por las candidaturas a gobernador -en especial en Veracruz-, por diputados federales, senadores, diputados locales, presidentes municipales, regidurías, tratando de generar fracturas en Morena.
No pasó.
Ese es el problema de las determinaciones cupulares, sin restablecer un consenso cierto con sus bases.
Ahora tenemos que la oposición va a impugnar ante la suprema corte de justicia de la nación el fondo de pensiones para los trabajadores que beneficia al cien de sueldo a los jubilados y no a la mitad que era cómo se les venía pagando desde Ernesto Zedillo.
¿Es en serio?