Tubo de ensayo

27/julio/2024

René Delios

 

En las tribunas de la nación, sean federales o estatales no hay precisamente  demócratas, menos nacionalistas; si lo fueran ese poder legislativo fuera verdaderamente independiente y no pendiente -o dependiendo- de las ordenes de palacio; eso ha sucedido de siempre, y es por eso que para los ciudadanos son los famosos -o ignominiosos- “levanta dedos”, aunque se han notado excepciones, pero es verdaderamente raro que un legislador del partido del presidente, lo cuestione, salvo se retire de esas siglas, como fue el caso de la senadora Lily Téllez que llegó al edificio de Reforma vía Morena, y hoy milita en el PAN.

 

Ese institucionalismo a ultranza al presidente lo acuñó el PRI y lo siguió practicando el PAN, y desde luego se ve hoy en Morena, pues la bancada sigue al pie juntilla que las propuestas presidenciales pasen tal cual por el pleno, como las veinte mociones enviadas en febrero pasado a la XXV legislatura, que las pasó sin problemas a comisiones, siendo difícil que todas se atienda en lo que resta del periodo, por lo que serán desahogadas por la XXVI legislatura que inicia el primero de septiembre.

 

La decepción se da por cada representación popular, ya no por partido, sino por distrito, es evidente; nada se sabe a la fecha -por ejemplo- que ha hecho la representación chiapaneca como tal, sino es que ya en las cámaras, se diluyen, pues se fracciona de acuerdo al partido que pertenezcan; no trabajan al unísono por la entidad de la que provienen.

 

¿Porqué?

 

Porque son antes diputados de partido, pero se autonombran representantes populares.

 

La impopularidad de los legisladores es de años, como también, cada año, decepcionan, y la consecuencia se vio a finales de 2023, cuando la opinión pública recibió la noticia de que el 70 por ciento de los diputados federales se pretendían reelegir, aun la mayoría no hicieran lo necesario ante sus representados para intentarlo.

 

Y es que la cosa ya no es fácil; muchos electos en 2021 no pasaron la interna de sus partidos en 2024, los más llegan bajo el método de la imposición de siempre, y eso fue evidente pues la elección –al menos para la oposición- presentó una merma importante en los estados, el partido del presidente, con todos los malos augurios, ganó.

 

Arrasó.

 

Decía que en muchos partidos se dio lo mismo: es decir, otra vez los mismos, pero con otras siglas: ahora es Morena; ahí se concentran los cotos de poder regionales, cuando no el primo, el hermano o ahijado, la querida, y en fin, gente sin trabajo con la base, y por lo tanto sin compromisos sociales.

 

Esta vez al menos la base fue consultada, en un mecanismo que se tendrá que ir perfeccionando, para evitar fugas, colados, pues eso causa que en no pocas entidades haya fracturas, rupturas incluso.

 

Pero ante las decisiones cupulares los militantes se quedan gritando solos en la loma.

 

Entendemos que en el espacio de la representatividad popular se debe debatir y legislar con sentido de cobertura social, pues se trata de la máxima tribuna de la nación, pero con frecuencia vemos que las inercias radicales o reaccionarias en las cámaras, se acusan mutuamente, cuando oficialistas como opositores pierden la brújula en la defensa o la denostación al gobierno de que se trate, y la más de las veces todo queda en palabras que, como se dice, se las lleva el viento, aún queden registradas en el llamado “diario de debates”.

 

¿Cuántas veces no ha pasado eso en la larga historia legislativa del país?

 

Luego de años de oficio político, seguimos en lo mismo: no se sabe actuar en democracia; no se sabe aceptar la razón y el debate se torna un cruce de palabras, pues a lo más llega a un escenario de denuncia o frase bien estructurada que llama la atención de los medios, que dan cuenta del cómo se llegó al acuerdo y se aprobó la moción a medias, que no es solución para los mexicanos, pues a lo más la referencia solo permitirá que se administre el problema.

 

Y me refiero a los mexicanos menos beneficiados, los que siguen ahí cargando la pobreza de décadas en que los han sumergido las políticas mal diseñadas, de presupuestos saqueados; son los que nada saben -ni recibieron- de los millones de pesos destinados por años a fideicomisos e institutos autónomos en su nombre, y que ahora reclaman los opositores -especialmente intelectuales orgánicos- con las vestiduras desgarradas.

 

No dieron resultados, esa es la verdad, digo, se viera, se notaran los resultados de ese beneficio social.

 

Y eso que tanto en el nuevo oficialismo como en la nueva oposición –que aún responde a la mafia del poder- hay legisladores que llevan décadas viviendo del erario, que han sido legisladores ya en varios períodos, que han pasado por varios partidos, de las mismas historias oscuras y los mismos gritos acusando ahora a otros adversarios, que antes eran sus aliados de partido.

 

A ese nivel mis diputados federales, algunos ignaros de su propia étnica.

 

Ni la oposición de otrora que hoy es la mayoría, ni el oficialismo antiguo que hoy es la minoría, han mostrado señales de un verdadero debate parlamentario; de buscar coincidencias -aún sus diferencias- en pro de la nación y de los nacionales; más bien se trata de una serie de discursos sino irracionales, si iracundos de uno y de otro lado por imponerse; eso no es precisamente parlamentarismo y menos democracia.

 

Menos ahora en que, Morena y aliados, mayoría calificada, pueden incluso ni escucharlos.