René Delios
Desde luego que cada año es lo mismo con eso del retorno a clases, cuyos costos en éste país supera con mucho la capacidad económica de decenas de miles de familias, pues no solo comprende el pasaje –olvídense del “gasto”-, sino que los educandos están en la etapa de desarrollo y uniformes y zapatos del año pasado, ya no les quedan para el presente, y hay que comprarlos, y por lo menos dos de cada cosa, sea el uniforme del diario, el de deportes y mínimo, uno de “gala”, apartes zapatos negros, y de deportes y eso aparte de la famosa y cuestionada cuota voluntaria que, tanto exhibe al plantel, al magisterio y a la SEP, por sangrar más a los padres de familia, como pago –aunque digan que no- por un servicio que debe ser gratuito de acuerdo a la constitución mexicana a la que, si no hacen cumplir en lo salarial o en lo referente a seguridad pública, menos en la educación.
Hay leyes, instituciones, pero no hay cumplimiento cabal a lo que se indica.
¿Entonces somos una nación de leyes?
Por otro lado, sí al magisterio –no solo a la CNTE, aclaro- le ha valido la calidad educativa de los alumnos, menos les va a preocupar la economía de los padres de familia, disculpándose con eso de que es la asociación de paterfamilias de cada escuela la que impone -sí, impone- la cuota de marras que mal llaman voluntaria, y que no pocas veces ha sido motivo de discordias por el gasto discrecional que ejecutan sus administradores, y ha habido los casos en que niegan el derecho a un menor, si no paga el varo determinado que ya supera en decenas de miles de planteles en el país, los mil pesos.
¿A cuánto ascenderá el dinero que los padres de familia le dan a las escuelas públicas a nivel estatal, por ejemplo?
Eso sin contar el material didáctico y demás útiles, que significa otro gasto serio para los de salario mínimo.
Ya hizo la década en que el pleno del Senado (29/04/2013) avaló una reforma a la Ley General de Educación, con el objeto de prohibir y sancionar que se condicione la prestación de servicios educativos a cargo del Estado, por la entrega de aportaciones, cuotas, donaciones, dádivas o cualquier otro tipo de contraprestación en numerario, bienes o servicios, por lo que en ningún caso la prestación de servicios educativos, como la inscripción, la aplicación de exámenes, permanencia y entrega de documentos de los menores en las escuelas públicas, podrán ser supeditados a la recepción de aportaciones, cuotas o donaciones.
Suena hasta bonito, pero repito: no se cumple.
Hay miles, pero miles de padres de familia que pagan la cuota de un chico en el preescolar y aparte en la primaria, y lo mismo en secundaria: uniformes y zapatos normales, tenis y del diario para cada cual, y no hay consideraciones.
¡Ha! Pero la moción de marras de la SEP tiene su vuelta: “Las asociaciones de padres de familia participarán en la aplicación de cooperaciones que hagan ellas mismas al establecimiento escolar, las cuales serán de carácter voluntario y, en ningún caso, se entenderán como contraprestaciones del servicio educativo. Los consejos de participación social conocerán el destino y la aplicación de estas cooperaciones”.
Y esa es la inconformidad la más de las veces: el recurso todos los comités de padres de familia, los usan de manera discrecional. Y es que no hay una contabilidad formal.
Pero regresando al porqué o el para qué se paga la cuota, pues para el mantenimiento de la escuela, que tengan una escuela digna, mejores condiciones para el aprendizaje.
Eso se dice.
La otra es que los profesores en instrucción primaria tienen licenciatura, son muy mal pagados en éste país en comparación a lo que gana un abogado, un doctor que estudió la misma cantidad de años para titularse, aparte del importante desempeño que es transferir el conocimiento.
Y ahí radica el punto: la calidad de la transferencia, pues de eso depende la resonancia.
Más que el contenido y orientación del tronco común para educación primaria, creo en la calidad de exposición y razonamiento frente a aula, por parte del maestro.
Cada maestro es -o debe ser- un creador, y dependiendo de su exposición y motivación, hace al aula participativa, y obliga a razonar contenidos, no a repetirlos, e incluso hasta a mejorarlos pues la educación se alimenta de sí misma: evoluciona.
Otra cosa es cuando se habla del movimiento magisterial; eso es hablar de lo sindical, y para nada refiere al intelectual, y eso es lamentable.
Su idea de lucha es laboral, y entonces ¿Qué rumbo lleva el movimiento magisterial ahora que el gobierno ya no es el adversario?
Se va a pasar el sexenio que viene en “lucha”.
Se supone –solo eso, porque la dirigencia nada ha referido- que superada la cuestión de la reforma educativa y demás demandas se abocarían a mejorar la calidad de la educación básica, para que en mediano plazo –no hay más tiempo luego de cuarenta años de discordias- lograr dejar atrás el enorme rezago de calidad que hay, y que es una realidad medible ante una urgente demanda nacional de maestros mejor capacitados frente al aula, es decir, no se trata solo de soltar las plazas a destajo, sin inteligencia de tajo y ante ello preguntamos también ¿Qué rumbo lleva la nueva escuela mexicana?
Porque el formato no gustó en el magisterio, y no sabemos que sello le imprima a la SEP Mario Delgado, que no se ha destacado como catedrático, aunque sabemos que en éste México de “todólogos” eso es lo de menos, pues cualquiera se siente el más o que muestre mediocridad, y los ejemplos abundan a lo largo de la historia reciente en México, y al final de cuentas la estructura oficial del sector de que se trate, no da “el ancho”, y todo se queda a medias como tantos programas normales y sexenales referidos como lo Non Plus Ultra por cada presidente en los últimos seis sexenios –incluido éste-, que ya va de salida, y pronto conoceros las diferencias entre treinta años de neoliberalismo y la 4T.
A sabiendas de que solo la educación –no otra cosa- es igualadora e integradora, y toca al magisterio y la SEP hacer su parte y brindarla a la población para su desarrollo cuantitativo y cualitativo, estaremos en espera de que inicie el otro sexenio, a ver cómo se desarrolla y desenvuelve el tema educativo, que no ha sido aún tema público en éste proceso de transición, aun sea de lo más importante para el futuro de la nación.