René Delios
Tenemos una nación de ciudadanos llenos de dudas no de certidumbre en torno a la seguridad.
Hablan de secuestros a la baja, cuando se dan casos muy sonados de extorsión, aparte de las desapariciones en especial de jovencitas; de que se reduce el índice delictivo cuando a diario están los asesinatos, y el monólogo oficial sigue vigente sin que el gobierno hable con el pueblo de esto –a través de sus organizaciones sociales serias, pues las hay-, y solo informa de manera unilateral su punto de vista, mientras en la base social la percepción que se tiene y sufre es otra.
¿Por qué o para qué manipular contenidos cuando hasta el propio presidente habla claro?
Ahí está el otro tema depredador: la extorsión, el llamado derecho de piso.
Sucede en todos los ámbitos, incluyendo la situación económica nacional que –se dice- mejora, pero la inflación va a la par de esas mejoras, mientras los medios de información se ocupan más de la paridad del peso frente al dólar, destacando que “eso ya no perjudica a México”, pero nada del 03.9 de inflación de enero a la fecha.
Somos los ciudadanos de éste país a los que nos tienen que dar la explicación pertinente de esos sucesos, de la realidad nacional, del estado que guarda la nación, como dicen cuando se entrega el informe de gobierno, en el que, por cierto, se eliminó la parafernalia del culto a la imagen, en el “día del presidente”.
Hoy sólo se entrega el documento y ya, y después los miembros del gabinete asisten a lo que denominan la glosa del informe´, que no es más que el lucimiento de cada uno de ellos, y más si se acercan tiempos electorales como lo es este año, en que se renovó la presidencia de la república, congresos federales y 30 estatales, 9 gubernaturas, mil 89 presidencias municipales y las alcaldías de la CDMX, y así no son pocos los funcionarios de alto nivel que renunciaron para buscar un cargo de elección popular.
Los ciudadanos saben qué proyecto de nación queremos, empezando porque sea seguro, no solo en lo económico o en lo democrático, sino en lo social: demandamos tranquilidad social, paz social.
La clase política chiapaneca es la misma indistintas siglas, y aunque su objetivo debería ser el mismo: Chiapas.
Acá se forjan cofradías, cotos de poder, tribus, corrientes o como se quieran llamar en los partidos políticos, que se quedaron con la idea de que, los votos llegan solos, en tanto costaron un varo al erario que ahora que perdieron el registro se entiende el por qué hay que acabar con eso de aceptar cualquier expresión política que no le aportan nada a la democracia.
¿Qué aportaron Chiapas Unidos, o Mover a Chiapas?
Pues solo posicionar gente que, más que la verdad, no fueron unas lumbreras, y se nota que se fueron excluyendo de sus bases y no hicieron trabajo político con éstas, que es desde las que se supone se deben nutrir socialmente los partidos, y contrariamente, atrajeron élite de otros sectores –incluyendo el empresarial y criminal- proyectándolos a posiciones de representación popular, que otrora eran para gente con el carisma político por un lado, y los líderes naturales del pueblo, por otro.
No, ya no se ve eso: la tecnocracia impera, por eso se espera que, los nombramientos de Eduardo Ramírez al llamado gabinete, contemplen otros criterios para un Chiapas que requiere capacidad, sí, pero con sensibilidad, no tecnocracia indiferente, sino personas que apliquen un criterio social, tal cual el prefijo de la 4T.
Si los partidos de oposición se distanciaron de las bases sociales, incluso desplazaron a sus propios cuadros políticos en aras de alianzas y coaliciones, ya como gobierno los gobernantes de Morena deben voltear hacia todos lados, para no perder la brújula como otros partidos, lo que provocó obvias fracturas dentro del perredismo –por mencionar uno-, que no acepta que su corrupción política generó la perdida de lo popular y por apostarle a lo científico, perdieron el registro.
Porque esa es la otra: el pueblo la cobra.