René Delios
Y bien lo dijo cuándo fue a recibir su acta de mayoría al Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana, cuándo convocó a los legisladores de la próxima legislatura, a que no se distancien de sus distritos, y sigan cerca de esa gente que los eligió como representantes, porque la agenda Chiapas iba a ser osada, progresista, distinta a las anteriores.
¿Qué viene?
Se trata de tener un legislativo propositivo y activo, voz y tez del pueblo, que lo refleje y esa es la convocatoria del llamado Jaguar, la nueva era de Chiapas, conocido por su popularidad.
Y hubo de darse la consecuencia: una reunión del gobernador electo de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar, con las y los diputados locales electos que formarán la LXIX Legislatura local, y ahí las referencias fueron muy claras.
Servir al pueblo de manera activa.
De siempre se ha dicho que los legislativos son pasivos y esperan instrucciones; la idea es distinta: escuchar al pueblo y exponer sus propuestas y hacerlas posibles, sin tecnicismos neoliberales, y sí con sensibilidad social.
Esa es la sustancia de la Cuarta Transformación, que el pueblo adoptó de manera contundente en la elección de junio, de manera contundente, en una votación sin precedente en la entidad y eso no se puede desoír.
Fue claro también que Luis Ignacio Avendaño será el que cabildeé y lleve a bien la llamada agenda legislativa y por ende, la política de negociación entre las bancadas del congreso local, para el objetivo principal que es que la entidad, y que ellos transite por un sendero común, para su desarrollo, paz y estabilidad.
Eso pide la vox populi.
La reunión destacó por su armonía, pero a la vez por sui generis: establece el inicio de la relación entre el próximo Ejecutivo y Legislativo, en donde predominará la agenda progresista enmarcada en los parámetros de la Cuarta Transformación, cuyas iniciativas se conocerán en su momento, pero que se enmarcan en los planteamientos que el próximo gobernante expreso en su campaña proselitista: desarrollo humano e integral, desarrollo económico, en algo que no se había registrado en la entidad.
Eso es un buen augurio.
Matraz
El PRI tiene un virus que es el mismo que arruinó al PRD: la corrupción política de su dirigente, y desde luego en eso cae toda la militancia que lo apoyó.
Sin ánimo de satanizar a nadie: el trabajo de Alejandro Moreno Cárdenas está en sus números, en sus logros; basta verlos de reojos para convencerse que son puras restas: desde 2019 en que tomó posesión de la dirigencia, el PRI ha perdido diez estados y cinco millones de votos; actualmente tiene solo dos gubernaturas y por nada pierde en Chihuahua en 2023; esos resultados refrendaban la necesidad de reactivar el trabajo político del tricolor, y con ello su modus operandi.
Pero lo que se refrendó fue el modus operandi o corrupción política de “Alito”.
En año de 2021 fue la primera pincelada del cuatro de resultados que se terminó de plasmar en junio de 2024; ya se había filtrado luego de la derrota en el Edomex, que el tricolor había aceptado luego del descalabro en las elecciones federales intermedias –cuyas cifras advertían que el PRD moría-, que el PAN postulara a la candidata a la presidencia, en tanto el PRI, a la del Estado de México: la candidata fue Alejandra Del Moral, quien perdió ante Delfina Gómez, de Morena, con ello, el tricolor dejaba de ser gobierno en la cereza del pastel luego de 78 años.
Pero como trascendió la negociación rara, los partidos de “Fuerza y corazón por México” –PRI, PAN y PRD-, convocaron a precandidaturas para la grande, y la verdad sí se presentaron personalidades de esos partidos, como Santiago Creel del PAN, Enrique de la Madrid del PRI, y Miguel Ángel Mancera del PRD, que quedaron fuera, pero quedaron entre las finalistas Beatriz Paredes del tricolor y Xóchitl Gálvez del blanquiazul, destacando que Morena ya había concluido sus consultas y la elegida fue Claudia Sehinbaum.
No se necesita descripciones o comparaciones, pero desde luego que, de calle, Beatriz Pareces Rangel. Pero la instrucción de Claudio X. González estaba dada, y sus peleles hicieron caso.
Lo demás es historia, pero a la vez histeria de la derecha por el resultado anunciado, porque muchos fueron los priistas y perredistas que de plano dejaron sola a la candidata del frente opositor en los estados, y fueron prácticamente panistas los y las que acompañaban a la abanderada en sus giras y presentaciones.
Estaba más que cantada la derrota, y más que el otro partido opositor, Movimiento Ciudadano, decidió ir por la libre, sin alianza con nadie.
La estrategia siguió, y esta manera la militancia panista fue objeto de manipulación desde sus dirigencias y medios masivos, que les fabricó no sobre posibilidades, sino asegurando el triunfo, apoyándose en la candidata y su sui generis forma de ser, deslizando a modo que la gente, la base, el barrio, no quería nada con el PRI, con el PAN y con el PRD, y se lo demostraron con votos de dos a uno, a favor de la candidata de Morena y aliados, no solo a la presidencia, en siete de nueve estados a elegir, las cámaras federales, treinta estatales, 976 municipios.
Y pues es evidente que no, que no funcionó la costosa campaña negra en contra de AMLO, su 4T, Morena y Claudia, y aun con eso siguen con sus estertores –porque ahora eso son-, en redes sociales y columnas políticas señalando que Claudia va a ser pelele del tabasqueño.
No he conocido a mujer inteligente que sea sumisa, pero la sola referencia sobre el particular es discriminatoria, y remueve la misoginia usada en contra de las damas –pues insultaron mucho a Xóchitl-, y me brinca que no protesten sus iguales en tantos grupos feministas, pues finalmente esa exigua oposición a la doctora, considera que ella, no es capaz de gobernar sin padrino o guía, a la nación.
Y no dudo que dentro de los morenistas estén contentos con eso de que se dio “una reelección” maquillada, y desde luego, la ñora ya en posesión, demostrará que, si no hay un pinzamiento del cordón umbilical, sí estilos diferentes de promover y hacer efectiva la llamada 4T y su tendencia social de “primero los pobres”, lo cual es excelente.
Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa: en éste país ya se debe de dejar de idealizar a las y los políticos -la experiencia nacional dicta que ya no-, luego hasta ellos y ellas se la creen y es cuando surge la megalomanía.
México no es monarquía para reverencias a nadie; dictadura para someterse ante nadie; es una democracia con hematomas por padecer el presidencialismo y su mal colateral: el institucionalismo a ultranza y lo que generó su practica: una dictadura perfecta en la que el mandatario elegía a su sucesor, el que era votado a través de un partido político del que también el mandatario, era el instructor.
Así, el PRI era popular –“el pueblo es la fuerza del partido”-, pero a la vez, partido de estado, pues el presidente era el primer priista del país.
Esas viejas prácticas continúan en ese partido, y también en la mayoría de los militantes que, recién crearon las condiciones estatutarias para la reelección como dirigente nacional por ocho años más, de Alejandro Moreno Cárdenas, al que ya sus adversarios internos apodan “el sepulturero”.
Y puede que no estén equivocados.