Tubo de ensayo

3/julio/2024

René Delios

 

Ahora a esperar a que los nuevos legisladores cumplan con sus votantes, y en específico a sus distritos, sino es que otra vez de nuevo caen en la misma de ser primero diputados del partido que de la gente que los “eligió”, como parece sucederá en septiembre, en que la reforma al poder judicial es inminente, y todos lo damos ya como un hecho pues, al igual que otrora –digan lo que digan-, los legisladores de Morena están para servir al presidente, refrendando aquel famoso institucionalismo a ultranza, que si se quiere ver asó, en esta era de la 4T, las reformas de ley sí van enfocadas para el bien de la nación, pues se trata de transparentar la fiscalización y la administración de justicia, tanto en el fuero federal como común.

 

La cosa es que una vez en las máximas tribunas de la nación o entidad de la que se trate, tienen en su caso, mayoría morenista en la federación y en al menos 27 entidades del país -habrá que ver el resultado de las impugnaciones-, y mantendrán correspondencia con el partido que los postuló, lo que se ha reflejado múltiples veces en que las bancadas actúan al unísono de sus dirigencias -en especial la oposición-, y presentan negativa  aun sean contrarias a los beneficios de la nación, como han actuado el PRI, el PAN y el PRD, y desde luego, el pueblo se los cobró, pues más que la verdad, las decisiones –e incluyendo en las candidaturas-, han sido pésimas y son tan cínicos que los dirigentes no renunciaron ni al cargo ni a la curul que se apartaron vía plurinominal, en el senado.

 

Así o más corrupción política.

 

Todo por llevarle la contra al presidente o a sus políticas -que es lo que vuelve a suceder ahora-, la que sea, aunque ahora con la mayoría calificada, ya nada pueden hacer para que no pasen en el legislativo las propuestas “populistas” y “retrógradas” de la 4T, en el supuesto que causan mucho daño a la nación.

 

Hoy tenemos un cambio radical de ejercer gobierno, obvio es que chocó con el modelo priista neoliberal que también practicó el PAN, y que no aterrizó nunca en el pueblo pobre, como ahora en que sí lo percibió la gente, sin intermediarios.

 

¿En dónde el populismo comunista el privilegiar el beneficio de los pobres?

 

Porque eso es toda la inconformidad: el recurso destinado a los pobres -que no decidieron la elección-, directo al pueblo y eso es ¿Qué? ser ¿Cuba? ¿China? ¿Venezuela?

 

México no va hacia el comunismo, no es el deseo popular; esa marca autoritaria no nace desde las urnas, se logra a bala, con sangre: es un golpe militar.

 

No es por ahí.

 

Lo que lesiona toda acción de gobierno es la corrupción, y la consecuencia social es la mala calidad de vida. Eso en modelo de gobierno que sea.

 

Y eso es lo que heredaron los pasados regímenes, no hay pierde y para eso no se necesitan tres dedos de frente.

 

Pero como las oligarquías nos minimizaron añales como pueblo, tanto en lo cultural como en lo laboral -consideran tontos a los que votan por Morena, en una muestra prepotente de intolerancia-, no advierten que ese pueblo los desprecia políticamente, porque los conoce, los padeció: en las últimas tres décadas transcurridas entre el primer y segundo milenio -la era neoliberal-, nada más no hubo mejoría en la calidad social y laboral de la gente.

 

Hasta que llegó la 4T.

 

La otra es que millones en este país no creen en los políticos, de las siglas que sean, pues nuestra clase política no puede actuar a partir de individualismos, salvo en tres posiciones: presidentes municipales, gobernador, y presidente de la República: los legislativos, insisto, por lo general, quedan en la ignominia, manipulados, dirigidos desde sus partidos, desde palacio federal o de la entidad que se trate.

 

Pero los señores legisladores son los que “autorizan” lo referente al marco jurídico constitucional, de ahí que su fuerza radica en el volumen, en el cabildeo entre bancadas, aunque con la oposición reaccionaria no se puede: se tiene la idea de que tener presencia es impedir planteamientos del gobierno, con argumentos deshonestos, manipulados, apoyados por todo tipo de escribanos y decidores en los medios informativos –como ahora lo hacen varios en el Tik-tok, contra la reforma al poder judicial-, sin observar que si siguen así, al servicio de esas oligarquías, se van a quedar sin auditorio: a México no lo manipula nadie.

 

Ni AMLO, aunque sus genuinos adversarios se quejen de que México está fanatizado con el tabasqueño.

 

A mí eso me llama la atención, pues Morena no es un ente, menos de una sola persona; no lo fue el PRI cuando el tata Lázaro Cárdenas tuvo una fama similar: caudillos y santones caen, de ahí la necesidad de formación de cuadros por parte de los partidos: hay que buscarlos, desde las bases, no en los recomendados sin sensibilidad que hoy abundan, y con el hecho de que  Morena levanta mucho chapulín, y estos han logrado escalar bastante, y lo veremos en lo que será la LVI federal y en las cámaras estatales.

 

Y aunque debe ser más extensa la lista de acaldes, viendo la del gabinete queda claro que a los expriistas –y a algunos expanistas-, no le ha ido nada mal en Morena, y no es la excepción en cuanto a gubernaturas, y como prueba podemos citar a David Monreal, gobernador de Zacatecas; el difunto Miguel Barbosa (PRD), de Puebla; Layda Sansores, de Campeche, Miguel Ángel Navarro, de Nayarit; Alfonso Durazo (PAN), de Sonora; Lorena Cuéllar, de Tlaxcala; así como Julio Menchaca, de Hidalgo, y Américo Villareal Anaya, de Tamaulipas.

 

Casi todos de origen tricolor.

 

En estas elecciones de 2024, tenemos a otros que no iniciaron su carrera con Morena: Joaquín Díaz Mena (PAN) gobernador electo de Yucatán, Eduardo Ramírez (PVEM), gobernador electo de Chiapas, Margarita González Saravia (PRD) gobernadora electa de Morelos y Javier May (PRD), aunque hay que destacar que los últimos mencionados ya eran morenistas en 2018.

 

Fundadores de Morena, en 2011, contados: durante tres años buscó su registro ante el INE, el que logró en 2014, un 10 de julio, y ahí empezó la historia de ese partido de centro izquierda.

 

Esto es que esta a días de hacer una década de vigencia, la que le ha bastado para acabar con el neoliberalismo en el gobierno federal, pero igual en 24 entidades y el 70 por ciento de los ayuntamientos del país.

 

La verdad sí debe estar contento el presidente AMLO de su crío, como para celebrarle estos sus diez años de amplio desarrollo político, en el que se mantiene en la continuidad y preferencia electoral, del pueblo de México.