Un funcionario desde director de área tiene un auto, propiedad de la dependencia, y de acuerdo a las relaciones con el subsecretario –y mejor si es con el titular- puede hasta tener chofer, gastos de representación y otras mercedes y privilegios.
Y así, si la subimos, subsecretarios, secretarios, directores de esto y aquello de todo tipo de dependencias del gobierno, del gabinete legal y ampliado, instituciones autónomas, descentralizadas, en miles y miles de autos, millones de litros de gasolinas, decenas de miles de horas-hombres del personal a su disposición y no destinado a las labores del gobierno mismo; viáticos, viajes programados por encuentros de esto y aquello, sea en Cancún o San Cristóbal de Las Casas, en un derroche impresionante y ni aun con eso tenemos derecho a saber cuánto nos cuesta el gobierno, en sus gastos “operativos” en cuanto abusivos pues la verdad, mucho de eso no son innecesarios.
Es ahí cuando se pone en duda eso de la austeridad republicana, y más ahora que hay como una distención, luego del holgado triunfo de Morena.
Hay otros: caprichos de los gobernantes o decisiones equívocas de no pocos funcionarios, incluyendo la obra de mala calidad y lo que provocan en reinversión para su corrección y así miles de casos en este país desfondado.
Ese puede ser un buen tema para enarbolar en el siguiente gobierno, la lucha contra la corrupción: terminar con esas mercedes y privilegios, otorgados por años para mantener “la lealtad al sistema”, y que no se registra en ninguna otra nación de este continente, ni en los ricos Estados Unidos.
Cancelando esa posibilidad de uso discrecional del recurso, entonces sí veríamos a los verdaderos servidores públicos en este país.