Editorial

23/julio/2024

Lo legal es que hay independencia de poderes, pero la “línea” lamentablemente se sigue imponiendo en las cámaras como en los tribunales federales.

 

Es larga esa historia en éste país de pactos, palancas, confabulismo, espaldarazos, corrupción.

 

Ya sabemos que ser mayoría en un legislativo y “aplanar” no es privativo de México; se aplica en todo el mundo pues, “ni modo que los legisladores se pongan en contra del mandatario de su partido, aun éste esté equivocado.

 

Sin embargo, para eso es la tribuna, el argumento, siempre y cuando sea posible, y no esté plagado de la contra por la contra –porque también se da en México-, o el ánimo de notoriedad del exponente sea evidente, que es lo que sucede con frecuencia y obliga a deslizar los argumentos de una oposición intransigente.

 

Pero si el planteamiento está basado en datos sustentados, y muestran por un lado que la iniciativa está equivocada o que ésta se puede mejorar con ciertos aditamentos, pues a escuchar con atención, que para eso es un legislativo, o sea el espacio tribuno en dónde la voz de los menos se escucha igual que la de los más, y eso se llama pluralidad.

 

Y vivimos en una nación plural, ni negarlo.

 

Los legislativos –en la cuarta transformación- no pueden ser más de lo mismo: aplicar el mayoriteo o practicar la partidocracia; todos, hasta el PRI, tienen la oportunidad de demostrar que tienen una verdadera vocación de cambio, de aportar para mejorar las condiciones sociales y de seguridad y de medio ambiente y de administración de éste país, con un enorme potencial que quieren explotar los de fuera y que se tiene que controlar, pues es riqueza nacional.

 

De ahí la importancia de los representativos de nivel.

 

Este primero de septiembre, se conformará la LXXVI Legislatura de la federación, que discutirá lo necesario de las iniciativas y reformas o derogaciones en su seno, para llegar con planteamientos claros a las comisiones respectivas, y esperemos que no haya mayoriteo.