Ahora que el peso se vuelve a fortalecer ante el dólar, y el país es un destino de certidumbre para invertir, qué recursos dispararán desde la oposición para minimizar tal logro: ¿Qué la violencia sigue?
Dos cosas simples: la violencia no fue generada en la presente administración, lo que sí es que no se gasta más de lo que se ganas y la casa mejora: cinco millones de personas salieron de la pobreza en México.
Sencillamente se acabaron los excesos, se limitaron los abusos, y se ven los resultados, porque la referencia de un México receptor de capitales es a escala internacional, no una demagogia del presidente López Obrador.
Por eso México le tiene que apostar a la continuidad de proyectos y programas buenos, viables para el país, y eso no solo compete a los gobiernos sino también a las cámaras legislativas, en dónde deben llegar personas cada vez más capaces y menos recomendadas, ahora que las convicciones no son necesarias y los políticos brincan de una sigla a otra, en aras de sus intereses personales, al menos que estén preparados para la responsabilidad que representan.
Pero en vez de hacer planteamiento lógico en favor de los intereses del país, caen en lo político, seguidores y contrarios al mandatario se enfrascan en una serie de ocurrencias o descalificativos oportunistas, demagogos y hasta groseros, que han ubicado a la calidad política mexicana entre las peores de América.
¿Por qué no reconocer que ha México le esta yendo bien desde 2022?
Lo saben los empresarios que, en el argot económico, lo perciben en sus cuentas, ni modos que no: ahí están los volúmenes de exportaciones, de ingreso de divisas, de llegada de empresas con la relocalización mundial.
Pasada la temporada de las políticas de partido -sucias, degradantes-, que no es lo mismo que un proyecto de nación, hay que hablar con razón.
Con claridad de que no hay dos México, de pobres y ricos: debe haber uno.
Esa es la obligación que la presidenta Claudia Sheinbaum debe abanderar, una vez asuma el mando.