No va a pasar eso del retorno del presidencialismo; oligarquías y cotos de poder nacionales, clanes y tribus regionales, a través de sus escribanos tirando aceite, están preocupados porque perdieron sus mercedes y privilegios junto con la presidencia.
En las entidades -según con AMLO y Morena a la baja, conste-, ante la realidad de que las cámaras federales y las locales de 30 estados están dominadas por Morena, y ya ni se diga el 72 por ciento de alcaldías, y pues tendrán la oportunidad de corroborar si son malos gobernantes.
Ahora le apuntan a 2027, fecha lúgubre para el PRI: ahí se va a ver en números lo que sus oponentes señalan triunfalistas en letras y gráficas y versiones extendidas de que, se queda AMLO en la persona de Sheinbaum.
Con lo que salen ahora, ante tanta inquina acumulada por la derrota.
En cuando a la aldea chiapaneca el cambio en la forma de hacer gobierno debe ser igual de notoria -y noticia- desde las primeras gestiones.
Chiapas no es cosa de amigos o enemigos, sino de coincidencias y la primera es el bienestar de la entidad para que al unísono, se multiplique en beneficios directos y colaterales.
Obvio todo dentro del estado de derecho, porque so pretexto de inconformidad se cometen muchos abusos.
¿Y luego?
De qué privilegios gozan los que hacen eso por sobre el de los demás ciudadanos, y bloqueen calles, bulevares, libramientos, caminos, carreteras.
Así que una cosa es “apapachar” la solidaridad política, y otra consentir abusos, apadrinados por grupos políticos, partidos, funcionarios públicos a los que les conviene que se generen conflictos.
Ya eso debe ser parte del pasado.