Tubo de ensayo

26/junio/2024

 

René Delios

Se insiste: los llamados a los partidos no deben ser desoídos por éstos, sobre todo porque viene de sus propios militantes que anuncian que algo anda muy mal en las convocatorias y peor en las propuestas que presentan a los ciudadanos.

 

Tuvimos una elección de “alta participación”, según esto, porque se dio una votación mayor a la alcanzada por AMLO en 2018, que no es poco decir, es cierto, pues antes que él, ningún presidente había logrado tal volumen de votación, pero en 2024 esa participación fue superada a favor de Claudia Sheinbaum Pardo, reiterando esa gente que de tiempo ha ya no cree en lo que representan el PRI, el PAN y el PRD –y menos juntos-, y deseaba que se continuara con el proyecto de gobierno de la llamada Cuarta Transformación de López Obrador.

 

Si en 2018 la contundencia sorprendió; en 2024 no dejó dudas: el PRD incluso perdió su registro.

 

Pero hay el dato de que, pese a esa votación numerosa, el abstencionismo sigue alto, y eso comprende que a una tercera parte del listado nominal del padrón electoral no los convencen con la forma en que se organiza en proceso, de hacer política, seleccionar candidatos o las propuestas de gobierno.

 

Pareciera que ese abstencionismo una vez dados los resultados oficiales ya no importa; puede ser resultado de que sencillamente a esos ciudadanos no les interesa la política y por lo tanto, participar votando en ella.

 

Hay a los que creen que el voto no sirve para nada, y que solo autoriza a los políticos –y se lo han ganado a pulso- a depredar del erario.

 

Pero aparte de eso, el objetivo de los partidos políticos no es solo ganar, sino promover y lograr el voto, o sea que los y las ciudadanas participen.

 

Un diez por ciento de abstencionismo en países democráticos se considera una cifra alta; en México el 30 por ciento del listado nominal no votó y no mereció ni siquiera mención del INE, que es el órgano electoral que administra el proceso, y por el que se otorgan recursos para promover la participación electoral, pues en México elegimos gobierno bajo un régimen de partidos.

 

¿Qué pasa entonces con la convocatoria al voto? ¿Cómo pueden seguir hablando de democracia ante tanta imposición de candidatos? ¿El abstencionismo es consecuencia de qué?

 

Nadie –menos los ganadores- se preocupa.

 

Repito que eso es serio para un país que se supone gobernado por un régimen de partidos, y por los cuales los millones de ciudadanos y ciudadanas deberían de votar y no lo hacen.

 

¿Sabremos esta vez cuánto costó –incluyendo en dinero negro- cada voto?

 

¿O Morena va a pecar de lo mismo que criticó otrora?

 

La no referencia o falta de interpretación del abstencionismo es muestra misma de la calidad de la política en México: por el momento están esperando el resultado de miles de impugnaciones por parte de los que insisten en que, pueden ganar en los tribunales lo que no lograron en las urnas.

 

En Veracruz y sobre todo en Yucatán, no creen los resultados: los panistas jarochos acusan de corrupta y fuereña a Rocío Nahle, que borró a sus adversarios, y los panistas yucas no comprenden cómo ganó Joaquín Díaz Mena, cuando el gobernador Mauricio Vila ha sido considerado de los mejores de México.

 

Y es que sí: sorprendió hasta a los morenistas.

 

Por eso los panistas presentan como pruebas una serie de absurdos –incluyendo fraude por parte del INE al que tanto defendieron desde 2021-, que no van a prosperar y deben de entender que de acuerdo a los resultados, la mayoría de los mexicanos no cree en la derecha.

 

Y en esas andan, en las demandas, en las celebraciones, en los nuevos proyectos para la nación, para los estados.

 

Nadie habla de los o las que no votaron, no cuentan ni para la presidencia, las dirigencias partidistas, ni para el INE y menos para los que ganaron.

 

¿Esos ciudadanos y los ganadores van por rumbos distintos?

 

Pareciera que sí, y por eso que se tiene que tocar el tema, pues el abstencionismo también es parte del resultado electoral, y no pueden seguir experimentando con la nación en la idea de ganar sin ampliar la participación.

 

No hay que olvidar que en México siempre ha habido un mal de origen en éste “juego democrático”.