René Delios
Al ver las imágenes del candidato de Morena al gobierno de Chiapas, emitiendo su voto, y que para los chiapanecos enterados, desde su designación como tal en Morena, era ya el gobernador de facto, se me ocurrió que en varios estados y cientos de municipios, Morena iba a volver a aplastar las versiones negras de que iba a la baja y que, en su caso, lo que crecería sería el abstencionismo, pues no necesariamente quien se decepcione de la 4T iba a regresar resentido a votar por el PRI y el PAN de sí impopulares, y el PRD traidor a sus ideales.
Desde luego que habrá miles que buscarán ganar en los tribunales lo que no lograron en las urnas, inconformes porque su derrota fue por fraude, compra de votos y toda la parafernalia ideada por los que ahora son y seguirán siendo oposición: el PRI, partido otrora hegemónico con riesgo de desaparecer para el 2027, dos años antes de llegar al siglo de fundación.
Igual se cumple eso de “no hay mal que dure cien años”.
Luego de seis años intensos y tensos, de cuestionamiento rudo, de inquina informativa, de manipulación deleznable de contenidos, la gente de todos modos determinó que, la 4T, siguiera en el poder, o sea que es mejor que ese PRI, ese PRD, ese PAN y ese MC, y con bastante presencia y mayoría en los nueve estados que se disputaron, multiplicándose en municipios y diputaciones locales, incluso hubo 119 en los que no se había registrado alternancia, en especial en Guanajuato y Yucatán: crece Morena.
Morena volvió a demostrar que su fortaleza está en la base, en tanto la derecha menguó, igual la tenue izquierda perredista que apenas respira, y ni se diga de un priismo que, sino agónico, sí limitado por los errores de sus dirigentes, desde Manlio Fabio Beltrones a la fecha.
La derrota de ayer es consecuencia de múltiples factores, pero nada como lo elemental: la gente no quiere al PRI y ni al PRD; hay los que simpatizan más por el PAN solo por su catolicismo, otros por su postura pro empresarial, pero los más por que ven a la izquierda como una avanzada del socialismo venezolano o comunismo cubano, cuando México siendo vecino de EU, sería posible, y menos con un acuerdo comercial considerado el más grande del mundo –y que deja ocho mil millones de intercambio comercial diarios-, pero ese análisis no lo aterriza la oposición en su gente, a la que, como se le cuestionan a los seguidores de AMLO, también les hacen lo mismo: el “cocowash”, en aras de comparar éste gobierno con el régimen de Maduro, autoritario, prepotente, cuando el peor del continente es el de Nicaragua, en dónde te desaparecen y tu familiar no puede decir nada porque lo desaparecen.
La derecha no hace eso: hoy gobierna en El Salvador, Costa Rica, Panamá, Puerto Rico, Ecuador, Argentina, Paraguay y Uruguay, y por la izquierda en América hay seis, además de dos centro izquierda y tres dictaduras disfrazadas de izquierdas revolucionarias como lo son Cuba, Nicaragua y Venezuela, y que AMLO no cuestiona por evitar la controversia, pues desde luego que si lo hiciera él, sí les dolería a Díaz-Canel, Daniel Ortega o Nicolás Maduro, no así si lo dicen Milei o Novoa, los presidentes respectivos de ultraderecha de Argentina o Ecuador, ya con diferencias serias con México por personalizar la diferencia ideológica con la labor diplomática.
El gobierno de México es una combinación de armonías de muchos alientos, quizás reflejo de que somos una nación de naciones, y eso es lo que se les olvida a todos los políticos incultos que padecemos, y que pese a los ejemplos que en lo patriótico, religioso y cultural les manifestamos como una unidad, no lo asimilan y aterrizan; aun las diferencias ideológicas México es uno el día de la Independencia, el día de los muertos y Guadalupe.
Igual con la selección de futbol, me dice el subconsciente.
El planteamiento ahora más que ganar cada un sexenio es la continuidad: no podemos andar reinventando a México en cada gobierno, y so pretexto de culpas, borrar todo lo bueno del anterior con tal de que no le haga sombra a la nueva administración.
Así ha pasado durante sexenios, incluso entre los priistas.
Sencillo lo caro del derroche: ¿Tienen idea cuánto va a costar colocar en todas las oficinas, autos, hojas foliadas, un nuevo slogan de gobierno? ¿Colocar la cara de la nueva presidenta en todas las oficinas federales?
Eso es vil culto a la imagen, herencia de la monarquía.
¿Y luego?
Porque igual en cada gobierno estatal.
Se hace cada sexenio e incluso en cada entidad, aun tengan escudo oficial, ponen un nuevo slogan.
En EU las unidades federales traen el escudo de esa nación y la nomenclatura Estados Unidos de Norteamérica, secretaría de agricultura y punto. Y así ha sido desde inicios del siglo pasado.
Pero acá en la aldea, en medio del miserablerío, cada gobierno megalómano le pone su distintivo y gasta lo que no tiene en eso: rotula todo de nuevo.
Y así, desde lo más simple hasta lo monumental se tiene que borrar: ¿lo hará Claudia con Dos Bocas, el Tren Maya, el Ístmico, el AIFA?
Igual aparecen –siempre los lambiscones, como ahora se le aparecen a Eduardo al que sus otrora oponentes le dicen hermano ¿Qué bárbaros!- los que argumenten que Claudia tiene que quitarse el enorme peso de AMLO, que es histórico por ser el primer mandatario de izquierda, y que ella también pues será la primera mujer que gobernará al país más importante de América Latina.
Espero que la científica muestre nivel, y si bien respetando a su mentor –porque lo es y ni tiene que negarlo-, aplique criterios sensatos que nada tengan que ver con la megalomanía que sus cercanos, le han fabricado a cada mandatario en este país de institucionalismo a ultranza.